Honduras enfrenta una de las crisis más silenciosas y preocupantes en su sector agroindustrial: la pequeña y mediana acuicultura, tradicionalmente uno de los pilares económicos del sur del país, se encuentra al borde del colapso.

Así lo advirtió Ricardo Pacheco, director del Comité Técnico de la Asociación de la Pequeña y Mediana Acuicultores del Sur, quien confirmó el cierre de 91 fincas productivas desde 2024 hasta la fecha.
Detrás de estas cifras no solo se contabilizan pérdidas económicas: también siete mil empleos directos han desaparecido en una región donde las oportunidades laborales son escasas y donde el cultivo de camarón ha sido una fuente vital de sustento familiar durante décadas.
El análisis de Pacheco expone una cadena de factores estructurales que han llevado a esta situación crítica. El primero es la falta de financiamiento oportuno por parte del sistema bancario estatal, particularmente del Banco Nacional de Desarrollo Agrícola (Banadesa).
A pesar de solicitudes técnicas y formales desde el año pasado para actualizar los convenios de apoyo financiero, las gestiones no han dado resultados, dejando al pequeño productor en un callejón sin salida.
Pero la crisis no es solamente financiera. El mercado, antaño asegurado para la producción nacional, ha sido invadido por la competencia interna. Pacheco denunció que empresas de la gran industria camaronera, beneficiadas con regímenes especiales de exportación, están vendiendo su producto dentro del mercado nacional —una práctica que desequilibra la balanza y asfixia a los pequeños acuicultores, quienes no tienen ni la infraestructura ni el músculo financiero para competir en igualdad de condiciones.
Así, los pequeños y medianos productores luchan en un terreno desigual, enfrentando de manera simultánea la falta de acceso a crédito, la saturación del mercado interno y el incumplimiento de normativas comerciales que deberían protegerlos.
La falta de intervención gubernamental hasta ahora no solo agudiza la crisis, sino que expone una profunda desarticulación institucional frente a un sector que sostiene miles de empleos en zonas vulnerables.
La acuicultura del sur de Honduras, que alguna vez fue ejemplo de fuerza y de desarrollo rural, hoy agoniza a la sombra de la indiferencia estatal y de un mercado que ya no les da respiro.