Olanchito Llora la Trágica Pérdida de Carlos Amador

Locales

Olanchito, Yoro – La noche del viernes, el silencio de las calles de Olanchito fue interrumpido por la llegada de los restos mortales de Carlos David Amador Romero, un joven universitario cuya vida fue brutalmente arrebatada en la ciudad de La Ceiba.

A eso de las nueve de la noche, la caravana que transportaba el féretro arribó a su ciudad natal, donde amigos, familiares y vecinos esperaban con el corazón lleno de dolor y el alma partida por la injusticia de su partida.

Carlos, hijo único y estudiante de Ingeniería Agronómica en el CURLA, había salido apresurado aquella mañana, con la faja en mano, intentando llegar a tiempo a la parada de buses para asistir a sus clases. Sin embargo, el destino le jugó una carta cruel; fue interceptado por delincuentes en el camino, quienes le arrebataron no solo sus pertenencias, sino también sus sueños, sus metas, y una vida que apenas comenzaba a florecer.

A las siete de la noche, en La Ceiba, el cuerpo sin vida de Carlos fue recibido por sus seres queridos. Entre lágrimas y voces quebradas por el dolor, sus compañeros de universidad, amigos y familiares clamaron por justicia y alzaron su voz contra la creciente ola de criminalidad que azota al país, exigiendo que su tragedia no quede impune.

Las calles que Carlos recorrió tantas veces en su juventud, los lugares que frecuentó, y los rostros conocidos que tanto lo apreciaban, ahora lo despiden con un vacío que no se llenará fácilmente. Su madre, quien acompañó el triste recorrido desde San Pedro Sula, recibió abrazos y muestras de solidaridad de quienes la esperaban, compartiendo un dolor que es imposible de medir.

Este sábado, en uno de los cementerios de Olanchito, se llevará a cabo el sepelio de Carlos. Olanchito hoy despide a un hijo que partió demasiado pronto, recordando la sonrisa que siempre llevaba consigo y los sueños de un futuro que ya no será.

Con su partida, Carlos deja un hueco irreparable en los corazones de quienes lo conocieron, pero también deja una llama encendida: la esperanza de que algún día, las calles de Honduras sean seguras para todos, y que ninguna madre tenga que despedir a su hijo en circunstancias tan desgarradoras.