Saba, Colon – En la aldea de Golondrinas, en la jurisdicción de Sabá, un silencio pesado se cierne sobre la comunidad. La risa inocente de un niño de seis años, alumno de la escuela José Santos Guardiola, se apagó para siempre, víctima de una de las epidemias que asola nuestro país: el dengue.
Su corta vida se extinguió en un viaje desesperado hacia el Hospital Atlántida, en la ciudad de La Ceiba, donde sus padres abrigaban la esperanza de salvarlo.
El pequeño había llegado al centro de salud de Sabá el sábado pasado, ya con varios días de lucha interna contra la enfermedad. “Según la parte médica, ya tenía tres días con síntomas. Ingresó el sábado aquí, se le hidrató porque presentaba un fuerte cuadro de deshidratación.
Se le explicó a la mamá los signos de alarma y que estuviera pendiente. Luego, en la noche, lo volvieron a traer en estado crítico”, comentó con voz quebrada la directora del centro de salud de Sabá, un lugar modesto que trata de ser el aliciente en medio de la tormenta que representa la crisis sanitaria en la región.
Sabá, una ciudad que no cuenta ni con un hospital ni con un policlínico público, solo tiene este centro de salud que ahora extiende su jornada nocturna, tratando de hacer frente a la emergencia del dengue.
La situación es alarmante; cada semana, entre 150 y 170 pacientes llegan con sospechas de haber contraído la enfermedad.
El pequeño, cuya vida fue truncada tan pronto, se ha convertido en un símbolo doloroso de la vulnerabilidad de una región olvidada, donde la falta de recursos y atención cobra vidas inocentes. Hoy, la aldea de Golondrinas llora a su pequeño ángel.