En un discurso cargado de advertencias y firmeza, la presidenta Xiomara Castro denunció lo que considera un plan en marcha para desestabilizar su gobierno, subrayando la gravedad de los ataques recientes dirigidos hacia el jefe de las Fuerzas Armadas y el Ministro de Defensa.
Estas declaraciones, realizadas durante la inauguración de la Central Eléctrica de 20 MW en San Pedro, Copán, reflejan una creciente preocupación por la estabilidad institucional en el contexto del próximo proceso electoral.
La presidenta vinculó los ataques a una estrategia más amplia que, según ella, busca debilitar a las Fuerzas Armadas, una institución clave en el mantenimiento del orden y la seguridad en el país. Castro advirtió que cualquier intento de golpe de Estado tendría consecuencias devastadoras para Honduras, incluyendo violencia, persecución y violaciones de derechos humanos, recordando al pueblo hondureño la oscura historia de golpes de Estado en la región.
Castro también abordó el tema de la extradición, sugiriendo que este mecanismo podría estar siendo utilizado como herramienta de intimidación o chantaje, específicamente contra las Fuerzas Armadas.
Esta declaración es significativa en el contexto de las recientes tensiones diplomáticas entre Honduras y Estados Unidos, especialmente tras las críticas de la embajadora estadounidense en Tegucigalpa.
El discurso de la presidenta no solo fue una denuncia, sino también una reafirmación de su compromiso con lo que describe como la transición de la “narcodictadura” a la democracia. En sus palabras, Castro destacó los esfuerzos de su gobierno por recuperar la soberanía nacional y revertir lo que considera un legado de corrupción y entrega de recursos naturales a intereses extranjeros.
Esta narrativa refleja una visión dual: por un lado, la presidenta se presenta como la defensora de la soberanía y la dignidad nacional, luchando contra las injerencias extranjeras y la corrupción; por otro, su discurso evidencia la tensión y el desafío de gobernar en un país donde las instituciones aún lidian con los rezagos de gobiernos anteriores, y donde las lealtades pueden ser volátiles.
La retórica de Castro busca no solo advertir sobre los peligros que acechan a su gobierno, sino también movilizar a su base de apoyo en un momento crítico. La mención del “esfuerzo sobrehumano” para levantar al país, junto con la crítica a los que ella llama “apátridas,” es una clara señal de que la presidenta ve su gobierno no solo como una administración, sino como una cruzada para reconstruir la nación.
En conclusión, las declaraciones de Xiomara Castro representan un punto de inflexión en su presidencia, donde la defensa de la institucionalidad, la soberanía y la continuidad democrática se enfrentan a lo que ella describe como amenazas internas y externas.
La presidenta ha dejado claro que no permitirá que su gobierno sea socavado, prometiendo seguir adelante con su proyecto de nación, mientras los hondureños observan de cerca cómo se desarrolla esta nueva fase de tensión política en el país.