Olanchito, Yoro – Hoy, la imponente torre de la Glorieta del Parque Central de Olanchito cumple 69 años de embellecer y ser testigo silencioso del transcurrir del tiempo en la “Ciudad Cívica”.
Desde su inauguración el 11 de septiembre de 1955, esta estructura se ha convertido en un ícono inconfundible, un símbolo tan propio que parece latir al ritmo de la vida diaria de los olanchitos.
La torre fue un sueño hecho realidad gracias a la iniciativa del Club Unión Social, bajo la administración municipal de Francisco R. Lozano. Durante los actos de inauguración, que marcaron un antes y un después en la imagen del parque, el entonces presidente de la República, el doctor Juan Manuel Gálvez, hizo una donación especial: un reloj público que se instalaría en la cúspide de la torre, añadiendo un toque de distinción y convirtiendo a la glorieta en un referente de orgullo para todos los habitantes.
Por casi siete décadas, este reloj fue mucho más que un simple marcador del paso del tiempo. Su presencia constante acompañó a generaciones de olanchitos que crecieron escuchando el eco de sus campanadas, resonando sobre las calles, plazas y casas, como un recordatorio de que el tiempo sigue su curso, inmutable pero siempre presente.
Sin embargo, el tiempo también fue implacable con el reloj. Durante muchos años, dejó de funcionar, silenciando aquellas campanadas que alguna vez marcaron el ritmo de la ciudad. Fue hasta la administración municipal de Edy Armando Acosta que el reloj se restauró, devolviendo por un breve período de tiempo su sonido característico.
Hoy, 12 años después, el reloj ha vuelto a detenerse, y sus manecillas ya no marcan las horas para los olanchitos. El eco de sus campanadas se ha desvanecido una vez más, dejando un vacío en el cielo de la ciudad.
Pero la torre de la Glorieta no solo alberga el reloj. En ella se encuentra también una sirena, cuyo sonido es tan familiar como el aire que respiran los habitantes de Olanchito. Cada mañana y tarde, esa sirena marca las horas de trabajo: siete y ocho de la mañana, once y doce del mediodía, dos, cuatro y cinco de la tarde. “La sirena pita”, como decimos los olanchitos, y su sonido es un recordatorio de los ciclos de la vida diaria, una melodía que nos conecta con nuestro pasado y presente.
Hoy, la torre de la Glorieta, aún imponente y majestuosa, sigue de pie. Aunque el reloj ya no marca el tiempo y sus campanadas han cesado, su historia sigue viva en los corazones de quienes la ven como un símbolo de identidad y memoria, un reflejo del orgullo de ser olanchito. Cada piedra, cada rincón de esta gloriosa torre, cuenta una historia de una ciudad que ha cambiado, pero que sigue aferrada a sus raíces y a sus recuerdos compartidos.