Sabá. Cuando el agua potable escasea, las corrientes del río Monga se convierten en la esperanza de muchas personas, en especial las amas de casa, niños y adolescentes. La abundancia de sus aguas después de sus crecidas facilitan el abastecimiento y suplen una necesidad vital a los habitantes de Lomitas del Este y Sabá.
Para los que viven en esos cinturones de pobreza, levantados en ambas orillas, compartidas por los municipios de Olanchito en el departamento de Yoro y Sabá, en Colón, este río es su vida, también su muerte.
Cuando el agua escasea tanto porque sus corrientes se esconden en verano, como cuando fluyen en invierno, hay una lucha por sobrevivió en ambos extremos.
Con sus torrentes vivos y rápidos, las amas de casa los aprovechan para lavar sus ropas; mientras los pequeños y adolescentes disfrutan bañarse en las poza que esas fuerzas hicieron cuando sus crecidas eran desbordantes.
Así el río Monga, no pierde esa tradición, de cuando en Lomitas del Este, no tenía agua potable. Era una peregrinación de mujeres y hombres con recipientes cargando agua hacia sus casas, y otros disfrutando de sus aguas puras y cristalinas, condiciones que ahora son distintas, pues la basura y los desagües han contaminado sus corrientes.
Desde la colonia Bella Vista hasta barrio El Chorro en el lado de Sabá y en Lomitas en Olanchito, es donde más llega la población necesitada de los recursos del río Monga.
Mujeres lavando, niños bañando y máquinas recogiendo piedras y arena, convergen en esta ruta, donde las crecidas de este caudal arrastró una abundancia: arena y agua.