Litoral Atlántico – Mientras las carreteras siguen hechas pedazos, los apagones son parte del día a día, los jóvenes migran por falta de oportunidades y los baches ya piden cédula, los diputados afines al partido LIBRE en los departamentos de Atlántida, Colón y Yoro parecen vivir en una Honduras paralela.

Según datos oficiales, ejecutaron más de 56.8 millones de lempiras entre 2024 y los primeros meses de 2025, gestionados a través de la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL).
Los números son claros:
• Yoro: L. 29.6 millones
• Colón: L. 14.8 millones
• Atlántida: L. 12.4 millones
¿El propósito? Obras de infraestructura menor, becas, seguridad alimentaria… en teoría. Porque en la práctica, lo que el pueblo ve son puentes caídos, escuelas sin techo, enfermos sin medicinas y jóvenes sin futuro. Lo único que abunda es la incertidumbre… y los mítines políticos.
En estos tres departamentos –los más productivos del norte del país y, curiosamente, también los más olvidados– la paciencia ya se agotó. La gente se pregunta:
¿Dónde están los proyectos? ¿Quién los ejecutó? ¿A qué precio? ¿Y con qué beneficio real para el pueblo?
La paradoja es indignante: mientras las cifras millonarias de “subvenciones” se mueven como pan caliente, las comunidades siguen esperando el primer saco de cemento, el primer pupitre nuevo o al menos una libra de arroz que justifique tanto fondo.
En Honduras, la función legislativa parece haberse transformado. Lo de legislar, fiscalizar o representar ya no es prioridad. Hoy, lo de moda es “gestionar ayudas” y “canalizar recursos” sin ningún mecanismo público de rendición de cuentas. Los diputados se convirtieron en gerentes de ONG fantasmas, expertos en cortar cintas de obras invisibles.
Y mientras los discursos hablan de “revolución social” y “refundación del país”, la realidad en el norte es más dura:
• En Colón, cada viaje a La Ceiba se siente como participar en una expedición extrema.
• En Yoro, la lluvia de peces es más común que un proyecto bien ejecutado.
• En Atlántida, el turismo se ahoga entre apagones, basura y abandono.
La pregunta que flota en el ambiente y que cada vez resuena con más fuerza es:
¿Quién se está comiendo el pastel de los fondos sociales mientras el pueblo apenas huele la envoltura?