Hace unos meses, en uno de esos encuentros que no se olvidan, conversaba con el director del Centro Universitario Regional del Valle del Aguán (UNAH-YORO), el máster Salustio Iscoa. Su acento revelaba que no era de Olanchito, sus pasos lo habían traído por estos lares como a tantos otros, por compromiso, por vocación o por simple destino.

Pero en sus palabras no había distancia ni indiferencia, había fuego. Una pasión inesperada por esta tierra y, sobre todo, por su transformación.
Lo que me impactó no fue que hablara de su cargo o de los desafíos administrativos, sino de un futuro que ya estaba viendo. Me habló con brillo en los ojos de su sueño de ver a la UNAH de Olanchito convertida en un faro educativo de la región, recibiendo a jóvenes de todo el Valle del Aguán, del norte, del sur, del país entero.
Imaginó una ciudad que abre sus puertas como un campus expandido, lleno de vida, de ideas, de mochilas cargadas de esperanza.
No era una simple visión de escritor. Era un proyecto que ya comenzaba a germinar. El CURVA está innovando en sus ofertas, adaptando sus carreras a las necesidades reales del entorno, como Agroindustria y Desarrollo Local.
Está visitando colegios, reuniéndose con jóvenes de comunidades alejadas, animando a los indecisos a ver en la universidad no solo un edificio, sino una posibilidad de futuro.
Yo lo escuchaba y, mientras hablaba, comencé a ver lo que él veía. Me imaginé las calles de Olanchito llenas de estudiantes de otros municipios, buscando pensiones, llenando los comedores, motivando el comercio, respirando cultura y ciencia.
Vi los pequeños negocios resurgiendo, los cafés abiertos con más clientela, las ferias universitarias mezclándose con nuestras fiestas patronales.
Vi cómo Olanchito dejaba de ser solo un punto en el mapa para convertirse en epicentro de transformación.
El máster Iscoa no sólo dirige un centro universitario. Dirige una idea que ya camina. Y hoy me uno a su sueño, porque también es mío. Porque Olanchito no puede seguir esperando. Porque la educación no solo forma individuos, transforma ciudades. Porque los pueblos que se atreven a creer en sus universidades, están sembrando su libertad.
Hoy, invito a todos —a los padres, a los maestros, a los empresarios, a los líderes políticos— a que se sumen a esta visión. Que hagan de Olanchito no solo la Ciudad Cívica, sino también la Ciudad Universitaria. Porque yo también lo soñé. Y ahora no hay vuelta atrás.
Olanchito está a punto de escribir una nueva página en su historia, pidamos abran mas carreras pero no de esas que hoy llenan nuestros pueblos de mas desempleados.