La política exterior de Honduras ha entrado nuevamente en el radar geopolítico de Estados Unidos, especialmente por los gestos de afinidad y respaldo que el gobierno del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) ha mostrado hacia regímenes como los de Nicolás Maduro en Venezuela y Miguel Díaz-Canel en Cuba.

Para comprender la molestia de Washington, es necesario entender el valor estratégico que Honduras representa en el mapa regional. Situada en el corazón de Centroamérica, con acceso directo al Caribe y al Pacífico a través de corredores logísticos, Honduras es un punto clave para el comercio, las operaciones militares y el control de rutas migratorias y del narcotráfico.
Su cercanía geográfica con Estados Unidos y su papel como receptor histórico de cooperación y asistencia militar lo convierten en un socio que Washington considera prioritario en su política hemisférica.
Los intereses estratégicos de EE. UU. en Honduras
• Seguridad y control regional – Honduras alberga bases militares estratégicas como la de Soto Cano (Palmerola), que funciona como plataforma logística y de inteligencia para operaciones en Centroamérica y el Caribe. Para EE. UU., mantener a Honduras en su órbita de influencia es clave para contrarrestar la presencia de potencias rivales.
• Migración y estabilidad política – El flujo migratorio hacia el norte atraviesa inevitablemente Honduras. Cualquier inestabilidad política o económica puede incrementar las caravanas, lo que representa un problema doméstico para la política interna estadounidense.
• Competencia geopolítica – La creciente presencia de China, Rusia e Irán en Latinoamérica empuja a EE. UU. a mantener alianzas firmes en la región para evitar que países clave como Honduras se alineen con estos actores.
Por qué incomoda la cercanía con Venezuela y Cuba
El acercamiento del gobierno de LIBRE a Caracas y La Habana se percibe en Washington como un giro ideológico hacia el bloque de izquierda radical latinoamericana, históricamente contrario a los intereses estadounidenses en la región.
Venezuela y Cuba no solo mantienen tensiones abiertas con EE. UU., sino que son aliados de potencias como Rusia, China e Irán, lo que abre la puerta a una posible diversificación de influencias en territorio hondureño.
Para EE. UU., esta relación plantea varios riesgos:
• Pérdida de influencia en un país donde ha invertido décadas de cooperación y asistencia militar.
• Posible alineamiento diplomático de Honduras en foros internacionales en favor de posturas contrarias a Washington.
• Apertura a alianzas económicas y tecnológicas con rivales estratégicos, lo que podría afectar incluso el control de infraestructuras críticas.
El dilema hondureño
Desde la perspectiva del gobierno de LIBRE, la diversificación de alianzas internacionales es una forma de romper con la dependencia histórica de Washington y de insertarse en un bloque político que promueve discursos de soberanía y autodeterminación.
Sin embargo, para Estados Unidos, esta narrativa puede traducirse en un debilitamiento de su influencia en el Triángulo Norte, una región que considera vital para su seguridad nacional.
En este tablero, Honduras se encuentra en una posición delicada: mantener una relación cercana con Venezuela y Cuba puede fortalecer la identidad política del partido en el poder y su base interna, pero también puede tensar los lazos con su principal socio comercial, fuente de remesas y aliado militar.
El resultado final dependerá de hasta qué punto Tegucigalpa logre equilibrar su política exterior sin inclinar demasiado la balanza hacia un bloque que, para Washington, representa más que un desacuerdo ideológico: una amenaza estratégica.