Dos hombres, un almuerzo y la dignidad del trabajo en Olanchito

Historias de Emprendedores

Olanchito, Yoro. – El reloj marcaba el mediodía cuando en una de esas caminatas que regalan historias, me encontré con Wilmer Romero y Fredy España. Allí estaban, en un rincón cualquiera de la ciudad, compartiendo su almuerzo bajo la sombra generosa de un árbol, que con sus ramas servía de techo improvisado frente al sol inclemente.

Mientras muchos disfrutan del feriado y otros hacen planes de paseo, ellos, con la ropa marcada por el polvo y el sudor, viven otra realidad: la del trabajo inaplazable, la del pan diario que no entiende de vacaciones.

Hace apenas tres días comenzaron un nuevo proyecto de construcción y desde entonces no han parado.

En una mesa improvisada, el almuerzo es sencillo pero sagrado: alimento que repone fuerzas y da ánimo para la jornada que aún les queda. Entre un bocado y otro, las palabras fluyen.

Hablan de su vida, de sus familias, de la razón que los hace levantarse cada mañana con la certeza de que vale la pena seguir luchando.

Wilmer, con sus 40 años a cuestas, me cuenta que empezó a trabajar cuando apenas tenía 12. Padre de cinco hijos, dos de ellos en Estados Unidos y tres que dependen de él aquí en la colonia Miraflores, su mirada refleja el peso de la responsabilidad pero también la ternura de un padre que lo entrega todo.

Fredy España, vecino de la colonia Betania, es padre de dos hijos. En su voz también hay cansancio, pero más fuerte es el amor que lo mueve a forjar un futuro distinto para los suyos.

La hora del almuerzo termina rápido. El tiempo no se detiene y la faena los llama de nuevo. Bajo el sol ardiente, sus hombros reciben el peso de un calor que parece implacable, pero no más fuerte que la voluntad de estos hombres.

Cada gota de sudor es testimonio de una vida honesta, de una lucha que se repite en miles de hondureños que, como ellos, salen de casa sin más riqueza que su esfuerzo.

Mientras algunos descansan en casa, viajan a la playa o se entregan a la recreación, Wilmer y Fredy levantan con sus manos los muros que pronto serán hogar de una familia en Olanchito. Son constructores de sueños, artesanos de esperanza.

Y ahí, bajo la sombra de un árbol, con un almuerzo sencillo y el corazón lleno de motivos, recordaron –y me recordaron– que la grandeza de un pueblo no está en sus fiestas ni en sus días de descanso, sino en los hombres y mujeres que, con dignidad y sudor, construyen la vida día tras día.

En tiempos donde la palabra influencer se asocia a modas pasajeras, a bailes exóticos y a comentarios vacios, vale la pena detenernos y mirar a hombres como Wilmer Romero y Fredy España. Ellos no necesitan seguidores ni cámaras para inspirar; su mensaje está en sus manos curtidas, en el sudor que brota de su frente y en la honradez con la que enfrentan cada jornada.

Su vida es el verdadero ejemplo de lo que significa influir: enseñar con el trabajo, con el esfuerzo, con la dignidad de quien construye sin renegar y sin doblegarse.

Si algo necesita Olanchito, y Honduras entera, es recordar que los verdaderos modelos a seguir no están detrás de una pantalla repitiendo majaderías, sino en la realidad diaria de estos hombres que, con su ejemplo, forjan hogares y futuro.

Ellos son los verdaderos influencers de la vida: los que no hablan para llamar la atención, sino que con cada bloque, con cada gota de sudor y con cada gesto de sacrificio, dejan huella.