Por Juan Ramón Martínez
La calificación del delito, — porque eso es — de “traición a la patria” es competencia de la autoridad judicial. No es apodo; ni expresión ofensiva que cualquiera puede usar para descalificar a un adversario o enemigo público. Su contenido no es capricho o ejercicio vengativo individual en contra de sus enemigos.

Reales o inventados. No es arma arrojadiza; ni adjetivo de uso caprichoso como pretenden los editores del periódico digital de las FFAA, que por mientras se conocen sus nombres, la responsabilidad por la calificación en contra de Rodrigo Wong Arévalo, es de Roosevelt Hernández, Jefe del Estado Mayor Conjunto y de Xiomara Castro, Comandante General de las FFAA.
Veamos. El mayor “traidor” de la historia es Judas. Al margen de si existió o no como dudan algunos agnósticos, Borges llegó a sospechar que si el hijo de Dios, era el que había sido obligado a la más ignominiosa conducta, para lavar los pecados de todos, “el hijo de Dios era Judas”; y no Jesucristo. Porque no hay nada peor que la traición. Judas, cumplió una tarea. Tenía que ser “traidor”, para cumplir la profecía. La dolorosa expresión de Jesús, “lo que has de hacer, hazlo pronto”, indica que formaba parte de un plan, en el que tenía una tarea instrumental.
Después de Judas, el mayor “traidor” es Bruto, que fue señalado por el Cesar herido reclamándole: “¡tú también Bruto¡”. Era su hijo de crianza. Los historiadores, defienden a Bruto, porque con la acción, no se ejecutaba un delito común, sino que se defendía la República Romana frente a la amenaza de la dictadura. Era, como decimos modernamente, un “crimen político”. Y no un acto de “traición” como se ha dicho.
Doña Marina era una princesa nahual, entregada a Hernán Cortés que la hace su amante y con la que procrea un hijo, y a la que le atribuyen, en un ejercicio machista, los peores defectos del traidor. La expresión “malinchismo”, ha tenido carta de ciudadanía, disimulando el acto en que más que con una mujer, Cortés, pacto con unos “mejicanos” – que no lo eran todos— que son más “traidores”.

Hay pocos políticos hondureños acusados de traición a la Patria. El último fue Mel Zelaya denunciado por el Fiscal General Luis Rubí. Fue encausado por atentar en contra de la Constitución. Y castigado. De acuerdo con esta norma, es “traidor a la Patria, quien atenta contra la Constitución, irrespeta la continuidad de la sucesión presidencial; o se coloca al servicio de otras potencias, para hacerle daño a Honduras”.
No tiene sentido acusar sin competencia y además sin pruebas a Wong Arévalo de traidor a la Patria. No comete delito negarse a aceptar el relato de los “marineros” que, a partir de un incidente en aguas marítimas jurisdiccionales, quieren empujarnos a pelear con El Salvador, en momentos en que vamos a elecciones; y se libra en el Caribe, un conflicto entre Estados Unidos y Venezuela. En ningún momento se deben usar los medios, para incitar a la violencia ilegítima. En 1969, los periodistas cayeron en la trampa de López Arellano que, para resolver sus problemas políticos internos, provocó a los salvadoreños, creyendo que no se atreverían a responder como lo hicieron en julio de 1969.
La Cancillería debe actuar. Presentar una queja y esperar como corresponde. No es motivo para ir a una guerra; y menos, para afectar a Honduras. La guerra “es la política por otros medios”. Su decisión no está en manos militares. Es un acto político, que corresponde a los políticos. Si Wong Arévalo, exige tranquilidad, nadie – y menos los militares que carecen de autoridad para opinar – puede acusarlo de traidor. Está emitiendo una opinión legítima, respaldado por una trayectoria extraordinaria; y por la ley. Además, los militares no dirigen la política exterior. Xiomara lo hace cuando defiende los derechos de Honduras.
Por mientras la cordura mental vuelve al cerebro de Hernández y Tomé, resisto a la tentación de llamarlos “traidores”. Carezco de autoridad. No soy competente. No soy fiscal ni juez. Me puedo auto justificar: Hernández se reunió en secreto con Padrino López en Venezuela, líder del Cártel de los Soles. Ignoro lo tratado. La reunión fue clandestina. Puedo pensar que Hernández es un “traidor” a la Patria. Pero soy respetuoso de la ley. Lo repito; no caigo en la tentación. Cosa que no evitan los redactores que escriben un periódico que debe servir para prestigiar; y no para enlodar a las FFAA.