Honduras empata sin alma ante Costa Rica: once sombras en el Olímpico

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San Pedro Sula. Ni el calor, ni la afición, ni la historia alcanzaron para despertar el orgullo catracho. Honduras empató 0–0 ante Costa Rica en el estadio Olímpico Metropolitano, en un partido que dejó más bostezos que emociones y un sabor amargo a derrota.

Los ticos vinieron a hacer su trabajo, ordenados, fríos y pacientes. Los nuestros, en cambio, parecían más preocupados por cuidar el peinado que por sudar la camiseta.

Once jugadores vestidos de azul y blanco caminaron 90 minutos como si la garra se hubiera quedado olvidada en el camerino… junto a los tripodes para TikTok.

El empate no duele por el marcador, sino por la forma. Porque fue otro capítulo del mismo drama: una selección sin alma, sin liderazgo y sin la chispa que alguna vez nos hizo temibles en Centroamérica.

Ayer no hubo “hombres de honor” ni “sangre catracha”. Solo camisetas limpias, miradas perdidas y una grada que poco a poco pasó del aliento al silencio resignado.

“Parecía un amistoso en un potrero, pero sin ganas de ganar”, comentó un aficionado a la salida del estadio, mientras otro resumía con ironía: “Ellos no sudan la camisa, pero sí saben posar para las redes”.

El recuerdo de aquellas selecciones de los 90 y principios de los 2000 —cuando la H se jugaba la vida en cada balón— se siente hoy lejano, casi nostálgico. Aquellos equipos sin lujos, pero con orgullo, nos llevaron a creer. Esta versión actual parece vivir del apellido y no del coraje.

Jorge Palma, Najar y compañía ofrecieron un fútbol tibio, sin convicción ni hambre. Un empate sin épica, sin historia, sin alma. Y lo peor: con el rostro de la costumbre.

Honduras, una vez más, se fue del Olímpico con el marcador cerrado y la fe abierta. Porque en este país, donde el fútbol es casi religión, ver a la selección jugar sin ganas duele más que perder.