El día en que el Aguán rugió: una imagen que Honduras no ha podido olvidar

Locales

Olanchito, Yoro. La imagen parece sacada de una película apocalíptica, pero pertenece a nuestra historia reciente. Fue tomada en 1998, días después de que el huracán Mitch azotara con furia el norte de Honduras y convirtiera el imponente río Aguán en un monstruo desbordado.

En la fotografía, el viejo puente que unía Olanchito con el resto del valle yace partido, devorado por la corriente.

Aquel octubre, el río creció como nunca antes. El Aguán, que normalmente serpentea tranquilo entre potreros, se transformó en un torrente inmenso que arrasó con todo: caminos, cultivos, casas y esperanzas. El Valle del Aguán, fértil y orgulloso, quedó de rodillas.

Quienes vivieron aquellos días aún recuerdan el rugido del agua y el olor a tierra removida. El puente, orgullo de los olanchitos y símbolo de conexión con el país, se rindió ante la fuerza de la naturaleza. Las aguas lo levantaron como si fuera de papel y lo partieron en pedazos, dejando a miles de familias incomunicadas.

Por semanas, Olanchito fue una isla cercada por el desastre. Los caminos se volvieron lodazales, los víveres escaseaban y las noticias llegaban a pie o en lanchas improvisadas. “Fue como ver al Aguán vengarse”, recuerda un agricultor que entonces tenía 20 años. “El río reclamó lo que era suyo”.

El huracán Mitch dejó más que destrucción: dejó memoria. Esa fotografía, captada desde el aire, se convirtió en testimonio del dolor, pero también de la resistencia de un pueblo que, aunque golpeado, se levantó entre el barro.