Recuerdos del Viejo Tren: Un Viaje Nostálgico desde Olanchito hasta La Ceiba

Cultura

Olanchito,  Yoro – Eran los años 40 del siglo pasado, una época en la que el tren era el único medio de comunicación entre Olanchito y el resto del país. Los habitantes de Olanchito, conocidos como Olanchitos, se vestían con sus mejores galas para emprender el largo viaje hasta La Ceiba, un trayecto que duraba todo un día.

Cada mañana, el pitido de la máquina y el rugido del motor resonaban en Coyoles Central y en el Barrio La Estación de Olanchito, Yoro, avisando a los viajeros que era hora de partir. Los pasajeros, con maletas y sueños, se reunían en la estación, un lugar que se convertía en el corazón palpitante del pequeño pueblo que se erigia como una ciudad.

Las montañas majestuosas y los ríos serpenteantes eran testigos mudos de aquellos viajes. Los vagones del tren atravesaban paisajes impresionantes, llevando consigo historias y esperanzas. Los viajeros miraban por las ventanas, observando el verde exuberante y los cielos amplios, mientras el tren avanzaba con su característico traqueteo.

En aquellos días, el tren no solo era un medio de transporte; era una experiencia compartida, un espacio donde nacían amistades y se forjaban recuerdos. Los niños miraban con asombro el paisaje cambiante, mientras los adultos conversaban y reían, creando una comunidad efímera sobre ruedas.

El viaje hasta La Ceiba era una aventura en sí misma. Las paradas en pequeñas estaciones a lo largo del camino permitían a los pasajeros estirar las piernas y respirar el aire fresco del campo, ademas de poder comer algun rico manjar: chicharron con yuca en hojas de “marrajabon”. Los vendedores ambulantes ofrecían frutas, dulces y jugos añadiendo un toque de sabor local a la travesía.

Hoy, el tren ya no surca los caminos entre Olanchito y La Ceiba, pero los recuerdos de aquellos días siguen vivos en la memoria de los de mas edad. Las historias de esos viajes son contadas con nostalgia, evocando un tiempo en que la vida se movía al ritmo pausado de las ruedas sobre los rieles.

El pitido del tren y el rugido del motor han quedado atrás, pero en el corazón de Olanchito, siempre resonará el eco de aquellos días dorados, cuando el tren era más que un medio de transporte; era un símbolo de conexión y esperanza, un puente entre comunidades y un testigo silencioso del paso del tiempo.