Olanchito, Yoro – En el corazón del Valle Arriba, en el municipio de Olanchito, yace uno de los tesoros más preciados de la naturaleza: el bosque muy seco tropical. Es aquí, entre las hojas crujientes y la hierba reseca, donde el Jamo Negro, una especie endémica de reptil, aún encuentra su refugio.
En las horas más calurosas del día, cuando el sol abraza con fuerza la tierra, el Jamo Negro se aventura fuera de su escondite para absorber los cálidos rayos del sol. Este ritual, que ha perdurado por generaciones, es un testimonio de la perseverancia de esta especie en un entorno tan implacable.
El Jamo Negro, que durante años ha habitado esta árida región del Valle del Aguán, es una visión de nostalgia para quienes recuerdan tiempos pasados. Corre ágilmente sobre la hierba y se desliza con destreza entre las ramas de los árboles, evocando una danza antigua y majestuosa que parece desafiar al tiempo mismo.
Este reptil en peligro de extinción se alimenta de pequeños insectos en su juventud y, al alcanzar la madurez, se nutre de las hojas de ciertos árboles que sobreviven en este ecosistema desafiante. Su existencia es una frágil armonía con el medio ambiente, una sinfonía natural que se reproduce en el canto del viento entre las ramas y en el susurro de las hojas.
El bosque muy seco tropical, con su belleza austera y su resistencia silenciosa, se erige como el último bastión del Jamo Negro. Aquí, cada rincón cuenta una historia de supervivencia y adaptación, de una lucha diaria por la vida en medio de la adversidad.
Mientras el sol desciende y las sombras se alargan, el Jamo Negro regresa a su escondite, ocultándose del mundo moderno que amenaza su existencia. Es un recordatorio constante de la belleza y la fragilidad de nuestro patrimonio natural, un llamado a proteger y conservar lo que queda de este legado invaluable en el corazón de Olanchito.