Valle del Aguán, Honduras – Agosto se despide, y con él, las promesas de reparar la carretera CA-13 vuelven a empolvarse en algún archivo olvidado… o en algún discurso bien ensayado.

Han pasado cuatro años desde que los habitantes del Valle del Aguán escucharon, una y otra vez, que el bacheo “ya viene”, que “el dinero ya está” y que “solo faltan detalles”. El único detalle es que la carretera sigue igual… o peor.
En este tiempo, no han faltado reuniones “de alto nivel” —porque las de bajo nivel no se anuncian—, socializaciones en diferentes ciudades y entrevistas en medios para recalcar que la reparación es “prioridad nacional”. Pero la pregunta que retumba en cada curva y cada golpe de amortiguador es inevitable: ¿y dónde está el dinero?
Son casi 200 kilómetros que no han recibido mantenimiento en cuatro años. Por ellos han pasado tormentas, deslaves y, sobre todo, la indiferencia. La filtración de agua ha hecho su trabajo, abriendo cráteres que ya son patrimonio vial no declarado.
Mientras tanto, la CA-13, que conecta el Valle del Aguán con el Litoral Atlántico y es una de las arterias comerciales más importantes del norte de Honduras, se ha convertido en un campo minado para los conductores.
En las últimas semanas, los accidentes han aumentado de forma alarmante: colisiones múltiples, salidas de carretera, vehículos averiados y un número creciente de heridos y pérdidas materiales.
Analistas en infraestructura apuntan que el deterioro no es solo físico, sino también institucional: la falta de mantenimiento refleja la desconexión entre las prioridades gubernamentales y las necesidades reales de la población.
Y la sátira es inevitable: la única pavimentación que se ha hecho es la de las promesas, que con tanto repetirlas ya tienen más capas que el asfalto que nunca llegó.
Por ahora, los conductores siguen esquivando baches con la destreza de un videojuego, y los pobladores del Aguán continúan esperando… porque en Honduras, la esperanza, como la CA-13, también resiste a pesar de los golpes.