En Honduras, la realidad a menudo supera la sátira. Mientras los problemas estructurales de la educación pública se acumulan —infraestructura en ruinas, falta de docentes, bajos niveles de aprendizaje y abandono escolar creciente— el Ministerio de Educación celebra como “gran logro” que en el país ya se matriculen bebés de apenas 45 días de nacidos. ¡Vaya transformación educativa!

El anuncio suena más a circo que a política seria. Mientras en los países desarrollados se respetan los procesos naturales de crecimiento y aprendizaje, aquí se busca inflar cifras con recién nacidos que difícilmente sostienen la mirada fija, mucho menos un lápiz o un cuaderno. La comparación es clara y contundente:
• 🇫🇷 Francia: ingreso a los 3 años.
• 🇪🇸 España: 3 años.
• 🇬🇧 Reino Unido: 4 años.
• 🇯🇵 Japón: 3 años.
• 🇺🇸 Estados Unidos: 5 años.
El contraste con Honduras no puede ser más abismal. Según UNICEF y UNESCO, la educación formal antes de los 3 años no es recomendable, ya que el desarrollo temprano del niño requiere entornos seguros, afectivos y estimulantes, pero no necesariamente un aula de clases.
En esta etapa, lo fundamental es la estimulación temprana en el hogar o en centros de cuidado infantil, con énfasis en nutrición, apego emocional y juegos sensoriales. Pretender que un bebé de mes y medio forme parte del sistema escolar no es una política seria, sino un truco estadístico para presumir cobertura.
Los especialistas en educación infantil son claros: forzar la escolarización precoz no genera mejores resultados académicos, al contrario, puede traducirse en estrés innecesario, desapego emocional temprano y una falsa ilusión de avance.
En Finlandia, referente mundial de calidad educativa, los niños ingresan a la educación formal a los 7 años, y en los rankings internacionales superan por mucho a países que escolarizan desde edades más tempranas. ¿Cuál es la diferencia? Allí se invierte en calidad docente, infraestructura, programas pedagógicos sólidos y bienestar familiar; aquí se apuesta por números vacíos para el discurso político.

El ministro pide “paciencia” porque “las transformaciones no se hacen de la noche a la mañana”. Pero tras más de tres años de gestión, entre sus mejores logros figura el “matriculado más joven” del país.
Mientras tanto, las pruebas diagnósticas revelan que más del 60% de los estudiantes hondureños no comprende lo que lee, y más del 70% no domina las operaciones básicas de matemáticas. El problema no es de edad, sino de calidad y pertinencia educativa.
La verdadera transformación educativa no consiste en adelantar la infancia a fuerza de decretos ni en sumar bebés a la estadística, sino en garantizar que los niños y jóvenes tengan acceso a docentes capacitados, escuelas dignas, materiales de calidad y una política coherente que respete la niñez como etapa sagrada del desarrollo humano.
Honduras no necesita más aplausos para el circo de las cifras. Honduras necesita, de una vez por todas, un sistema educativo que deje de jugar con la infancia y empiece a apostar por el futuro.