Tegucigalpa, Honduras – La noche del domingo electoral en la capital hondureña se convirtió en un laberinto de incertidumbre. En lugar de estar en los centros de votación, muchas maletas electorales deambulaban por la ciudad a bordo de autobuses sin control, un hecho que dejó a centenares de ciudadanos sin poder ejercer su derecho al voto en el tiempo previsto.

La crisis se desató cuando los consejeros del Consejo Nacional Electoral (CNE), Cossette López y Marlon Ochoa, revelaron que la logística de distribución de las urnas fue alterada sin autorización del pleno de consejeros. “No teníamos control de las rutas”, admitió López, visiblemente consternada, en una entrevista televisiva donde ofreció disculpas al pueblo hondureño.
Un rompecabezas logístico
Según López y Ochoa, dos factores fueron clave en el caos: el retraso de dos imprentas en la entrega de papeletas y una decisión unilateral de cambiar el transporte de los kits electorales.
La empresa contratada, Logística y Transporte, reemplazó los camiones pactados por autobuses tipo “rapidito”, lo que desorganizó por completo la distribución.

A lo largo del día, decenas de autobuses se estacionaron en diversos puntos de la ciudad sin razón aparente. Cuando personal del CNE intentaba ubicarlos, arrancaban y se desplazaban a otros sectores. “Literalmente se estaban escondiendo”, denunció López, quien confirmó que incluso se utilizaron vehículos particulares para perseguirlos y recuperar las maletas electorales.
El general Roosevelt Hernández, jefe de las Fuerzas Armadas, institución encargada de la seguridad electoral, afirmó que no fueron advertidos de los cambios en la logística. Sin embargo, la consejera Ana Paola Hall señaló que el CNE tuvo que resolver en dos horas lo que las Fuerzas Armadas no pudieron hacer en todo el día.
¿Error, negligencia o sabotaje?
El episodio dejó más preguntas que respuestas. Mientras López calificó la situación como “un ataque contra la democracia”, Ochoa enfatizó que el problema radicó en los proveedores del CNE y en fallos internos de planificación.
A pesar de la crisis, la votación se extendió hasta la madrugada en algunos sectores para garantizar el sufragio de los afectados. Sin embargo, la incertidumbre persiste: ¿quién ordenó el cambio en la logística? ¿Por qué las urnas fueron trasladadas en autobuses sin supervisión? ¿Dónde estuvieron realmente durante esas horas críticas?
Las autoridades han prometido una investigación, pero el daño ya está hecho. Lo que debía ser un ejercicio democrático transparente terminó en una noche de confusión, desconfianza y el temor de que, más allá de la improvisación, haya manos invisibles operando en la sombra del proceso electoral hondureño.
