Con La Carretera Central ganamos todos

Opiniones

Honduras no carece de riqueza; carece de caminos que la conecten. La llamada Carretera Central, que une Olanchito, Jocón, Yoro, Yorito, Sulaco, Marale y El Porvenir, es hoy una metáfora perfecta de ese abandono estructural: una vía pensada para integrar el norte agrícola con el turismo del centro y el sur del país, pero que continúa fragmentada, inconclusa y atrapada entre promesas de gobierno.

El corredor existe, pero no funciona como debería. Aunque hay tramos pavimentados, particularmente los ejecutados durante el gobierno de Porfirio Lobo Sosa, cuando se avanzó en casi 100 kilómetros, persisten segmentos críticos que siguen siendo calles de tierra. Entre ellos, dos verdaderos cuellos de botella: San Marcos–Yoro, con una extensión estimada de 45 a 55 kilómetros, y El Medio–Sulaco, de aproximadamente 35 a 40 kilómetros. Son esos vacíos los que rompen la continuidad de la carretera y anulan su potencial estratégico.

La importancia de completar esta vía se entiende mejor cuando se observa lo que conecta.

Yoro y Colón concentran una de las mayores reservas productivas del país: maíz, frijol, aceite, sorgo, café, plátano, banano, cítricos, ganadería, arroz y agroindustria. Sin una carretera pavimentada y continua hacia el centro del país, estos productos llegan tarde, caros o en condiciones que reducen su valor comercial.

Una Carretera Central funcional abriría un nuevo mercado interno para los productores del norte, facilitando el acceso directo a Tegucigalpa, Francisco Morazán y el sur, reduciendo intermediarios, pérdidas postcosecha y costos logísticos. No se trata solo de mover productos, sino de hacer rentable el trabajo del campo.

Los municipios de Francisco Morazán que atraviesa la Carretera Central —como Marale, San Ignacio, El Porvenir, Talanga, Cedros y Cantarranas — concentran una oferta turística que combina paisajes de montaña, clima fresco, arte urbano, tradiciones culturales, gastronomía típica y turismo rural, pero cuyo crecimiento ha sido limitado a un sector del pais.

La pavimentación completa de esta arteria permitiría transformar visitas esporádicas en corredores turísticos consolidados, facilitando el flujo de excursionistas desde el norte del país, dinamizando hoteles, restaurantes, artesanos y emprendedores locales.

Una carretera en buen estado no solo reduce tiempos de viaje: convierte pueblos aislados en destinos, impulsa economías locales y posiciona a Francisco Morazán como un eje turístico complementario entre el litoral atlántico y el centro de Honduras.

El sur del país también ganaría. Una conexión directa con el norte productivo diversificaría rutas, reduciría dependencia de corredores saturados y fortalecería la integración territorial, algo que Honduras sigue postergando.

No se puede hablar de desarrollo mientras se inauguran tramos sueltos que no se conectan entre sí. Una carretera no es una colección de kilómetros aislados: es un sistema que funciona o fracasa como conjunto. Mientras los tramos de San Marcos–Yoro y El Medio–Sulaco continúen sin pavimentar, la Carretera Central seguirá siendo una promesa incompleta.

La pavimentación total de este corredor no es un lujo ni un favor político. Es una inversión estratégica en seguridad alimentaria, turismo, competitividad agrícola y cohesión nacional. Cada invierno que pasa sin esa obra es un año más de pérdidas, aislamiento y oportunidades desperdiciadas.

Nasry Asfura debe decidir si seguirá administrando el atraso con parches o si, finalmente, apostará por cerrar el círculo de la Carretera Central y conectar su riqueza con su gente.