San Pedro Sula. — En la política hondureña, donde las derrotas rara vez se asumen en silencio, el presidente del Consejo Central Ejecutivo del Partido Liberal (CCEPL), Roberto Contreras, decidió esta semana ponerle nombre y apellido a lo que considera una nueva modalidad postelectoral: el “premio de consolación”.

Desde la capital industrial del país, y con la franqueza que lo caracteriza, Contreras arremetió contra el presidenciable liberal Salvador Nasralla por su insistencia en buscar la presidencia del Congreso Nacional para su esposa, la diputada electa Iroshka Elvir. Para el líder liberal, la maniobra no es estratégica ni ideológica, sino simplemente “patética”.
“Lo que Salvador anda buscando es una cuota de poder para su mujer”, dijo Contreras, sin rodeos ni eufemismos, como quien decide arrancar el velo de la cortesía política para mostrar el músculo del reclamo interno.
En su mensaje —dirigido, según insistió, “a los verdaderos liberales”— el alcalde sampedrano recordó que el Partido Liberal compitió por la Presidencia de la República, no por cargos secundarios que sirvan para suavizar la derrota.
“Dejen de andar buscando premios de consolación”, exhortó, apelando a una masculinidad política que, en su discurso, se mide por la capacidad de perder sin negociar migajas.
La ironía no pasó desapercibida cuando Contreras recordó que Nasralla calificó al Partido Nacional como la “mara azul”, pero ahora —según él— recorre despachos y pasillos legislativos buscando respaldos para que esa misma “mara” facilite la llegada de Iroshka Elvir al sillón principal del Congreso. Una contradicción que, en palabras del edil, se explica sola.
“O sea, hay que darle un premio de consolación a la reina”, ironizó Contreras, antes de lanzar su frase más punzante: “Se perdió la elección, seamos oposición… pero de hombres completos”.
Más allá del tono sarcástico, el mensaje deja ver una fractura que vuelve a emerger en el liberalismo hondureño: entre quienes apuestan por una oposición frontal y quienes ven en la negociación legislativa una forma de supervivencia política. Para Contreras, esa segunda vía es la que ha debilitado históricamente al partido.

“Por eso el Partido Liberal está como está”, sentenció, al tiempo que pidió a Nasralla “amarrarse los pantalones” y dejar que el Partido Nacional gobierne sin atajos ni pactos implícitos. En su cierre, el dirigente no ahorró calificativos al referirse a la diputada liberal como la “emperatriz Iroshka”, una metáfora que resume el tono mordaz de un debate que, lejos de apaciguarse tras las elecciones, apenas comienza.
En un país acostumbrado a que las derrotas se negocien y los triunfos se relativicen, el episodio deja una pregunta flotando en el aire: ¿es la presidencia del Congreso un contrapeso legítimo o, como acusa Contreras, el nuevo nombre de un premio de consolación disfrazado de gobernabilidad?

