Crónicas desde el Futuro: El viajero que volvió para contar cómo Olanchito se volvió verde

Locales

El viento soplaba húmedo y tibio sobre el Cerro Pacura. Era el año 2035, y un hombre con una mochila gastada descendía lentamente por un sendero cubierto de neblina en las alturas de Uchapa. A cada paso, el aire le traía el canto de aves que habían vuelto después de años de ausencia: cristofués, colibríes esmeralda, tucanes, guacos.

Mientras mas descencoa el clima y el paisaje cambiaba como si en tiempo retrocediera. Llego fonde estaba un grupo de personas y El viajero, que aseguraba venir “desde el futuro”, observaba consternado los lugares por donde habia visto corrientillas de agua que caian a Uchapa, vio ganado pastoreando vio los pinos calcinados. “Este no es el Olanchito que conozco”, murmuró.

Su nombre —prefirió mantenerlo en secreto— se presentó como “un cronista del tiempo”. Había vuelto mas de una década atrás, al 2023, cuando la ciudad apenas comenzaba su cruzada ambiental. Traía una historia para contar: la del Olanchito verde, el pueblo que decidió apostar por sus bosques y terminó cambiando su destino.

“En mi tiempo —decía mientras caminaba por las laderas húmedas de Pimienta— el agua brota de nuevo de las montañas. Las lluvias ya no destruyen, los incendios son parte del recuerdo, y el aire… el aire huele otra vez a vida.”

El viajero relató cómo todo comenzó cuando los incendios dejaron las montañas desnudas y el ganado invadió las fuentes de agua. El calor aumentaba, los ríos se secaban y la ciudad sufría inundaciones repentinas cada invierno y falta de agua en sus hogares.

Fue entonces cuando la Municipalidad de Olanchito, junto a DOLE, el Zamorano, el CDM y los jóvenes de último año de los institutos locales, decidió actuar.

“Fue la primera vez que el pueblo entero entendió que proteger el bosque no era un lujo, sino una cuestión de sobrevivencia”, relató. “La gente empezó a pagar su Tasa Ambiental Municipal sin protestar, porque sabía que cada lempira sería invertido allá arriba, en donde nace el agua.”

Los jóvenes se convirtieron en los nuevos guardianes del cerro. Con sus manos sembraron pinos, caobas y ceibas; con sus voces convencieron a los vecinos de dejar el pastoreo y proteger las quebradas.

“Sembraban árboles, pero también esperanza”, recordó el viajero.

Cuando los incendios desaparecieron y la tala cesó, el milagro comenzó. En tres años, los técnicos de la UMA registraron seis nuevos nacimientos de agua. Los vecinos hablaban de “ríos que despertaban”, de quebradas que volvían a cantar.

“Yo lo vi —dijo el viajero—, vi el primer hilo de agua salir de entre las raíces húmedas, vi a la gente llorar frente a un nacimiento que creían perdido para siempre.”

El bosque creció, y con él, el clima cambió. La temperatura descendió hasta tres grados, la humedad volvió a equilibrar las lluvias, y los veranos dejaron de ser temporadas de fuego. “En 2035, cuando caminas por Uchapa, no escuchas motores ni motosierras… solo agua, viento y aves.”

En su relato, el viajero describió cómo la ciudad se transformó gracias a una alianza improbable: campesinos, empresarios, maestros, estudiantes y autoridades municipales trabajando juntos.

“Los que antes pastaban ganado, ahora siembran árboles. Las escuelas enseñan sobre el ciclo del agua, y los niños crecen sabiendo que el bosque es su herencia.”
Con el paso de los años, Olanchito se convirtió en ejemplo nacional. Las microcuencas Uchapa y Pimienta fueron declaradas áreas modelo de restauración ecológica, y las universidades visitaban la zona para estudiar su éxito.

“En el futuro, el turismo ecológico florece. Los jóvenes que sembraron los árboles ahora guían a los visitantes por los senderos. Cada árbol tiene una historia, cada corriente tiene un nombre.”

Antes de volver a su tiempo, el viajero lanzó una advertencia que resonó entre los presentes:

“Nada de esto sería posible si el pueblo se olvida de pagar su tasa ambiental, si la gente deja de cuidar lo que hoy vuelve a respirar. El bosque no se cuida solo, y el agua, aunque parezca eterna, puede desaparecer otra vez.”

Luego miró al horizonte, donde el sol se reflejaba en los nuevos riachuelos de Pimienta, y sonrió.

“Yo ya vi el futuro”, dijo. “Y es verde. Pero solo existirá si ustedes lo construyen.”

Así terminó la crónica de aquel viajero del tiempo que vino desde un Olanchito del mañana para recordarnos lo que aún estamos a tiempo de salvar hoy: el agua, el bosque y la esperanza.