De la “CICIH ya” al familión VIP

Opiniones

¿Recuerda usted aquel discurso ferviente, casi épico, en el Estadio Nacional cuando Xiomara Castro —con la banda presidencial recién ajustada y la voz cargada de promesas— gritaba que en 100 días traería a la CICIH para cortar de raíz la corrupción? Bueno… han pasado más de 900 días y la única comisión que parece funcionar con eficiencia en este país es la de “nombramientos familiares y compras dudosas”.

El gobierno de Libre prometió refundar Honduras, pero en el camino confundió “refundación” con “reutilización”… de prácticas corruptas. Y lo han hecho con creatividad: desde comprar boletos de avión en ferreterías hasta sembrar familiares en puestos públicos como si fuesen arbolitos de navidad… ¡pero de los que florecen cheques!

Es cierto que derogaron la Ley de Secretos. Aplausos. Pero lo que no dijeron es que le pusieron otro nombre, le cambiaron el sombrero, y la disfrazaron de “decreto discreto”. Así, lo que antes era oculto ahora es… reservado, confidencial, clasificado o simplemente “pregunte al IAIP y vea si tiene suerte”.

Mientras tanto, el sueño de la CICIH se ha convertido en un unicornio institucional. Aparece en cada discurso, en cada cortina de humo, en cada informe “esperanzador” con membrete de Naciones Unidas, pero sin fecha, ni sede, ni fiscal.

El “familión” —como ya lo bautizó el pueblo hondureño, que no perdona pero sí memoriza— es un espectáculo de nepotismo sin pudor. Más de 115 parientes en cargos públicos, algunos con doble sombrero, triple salario y cero transparencia. “Gobernar es hacer familia”, parece ser el nuevo lema revolucionario.

Y si usted creía que la cosa paraba en los parientes, prepárese: tenemos planillas fantasmas, “gramas de oro” en estadios, computadoras sobrevaloradas compradas a constructoras, ONG traga fondos y hasta videos de diputados negociando cheques como si fueran tacos al 2×1.

¿Y el Congreso Nacional? Ese es otro episodio de “Black Mirror”. Millones en subsidios y subvenciones entregados sin rendición de cuentas, tarjetas de crédito oficiales usadas con la delicadeza de quien juega póker con fondos públicos y una opacidad digna de una de las películas de MISION IMPOSIBLE.

Para rematar, hasta el Ministro de Ciencia y Tecnología se metió en el laboratorio del despilfarro, comprando computadoras como si fueran lingotes de oro… a una empresa que construye casas.

Y cuando la prensa o los organismos anticorrupción señalan, el discurso se vuelve épico nuevamente: “¡Nos atacan porque somos el cambio!”; “¡Es campaña sucia!”; “¡Es culpa del imperio!”; “¡Nos tienen miedo porque somos pueblo!”. No señora presidenta, lo que da miedo no es la retórica, es la repetición de los mismos vicios que juraron erradicar.

La única estrategia anticorrupción implementada con éxito ha sido desacreditar a quien la denuncia. Que lo diga Gabriela Castellanos, quien hasta escolta de emergencia tuvo que pedir por ejercer su derecho a fiscalizar.

Y el colmo llegó con el escándalo Sedesol, el “Cheque-video”, la FUNCION política de Isis Cuéllar, con más entregas que una historieta. Negociaciones, empresas fantasma, identidades suplantadas, ministros que piden renuncias sin saber por qué y diputados que dicen “Xiomara sí cumple” mientras gestionan fondos que nadie ve llegar a la gente.

Lo más preocupante no es que la corrupción siga viva. Es que ahora tiene nuevo maquillaje, nuevo discurso y nuevos slogans.

Es una corrupción refundada, progresista, inclusiva… pero al final, igual de impune.
Y mientras el país espera la CICIH, el verdadero órgano de control es el pueblo hondureño. Ese que ya no se traga las mentiras con bandera de cambio. Ese que ve, escucha, recuerda… y, eventualmente, vota.

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