De piso de tierra al aula digna: la Escuela Ruth Claribel de Moya revive la esperanza en Los Ángeles

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Los Ángeles, Armenia, Olanchito. En lo alto de la montaña, entre caminos polvorientos y cafetales que adornan el horizonte del Medio Aguán, se encuentra la comunidad de Los Ángeles, donde hasta hace poco, el futuro de decenas de niños se escribía entre paredes de madera carcomida, techos que parecían coladeras y un suelo de tierra que se levantaba con cada paso.

Allí funcionaba, casi por milagro, la escuela Ruth Claribel de Moya. No había condiciones. Ni pupitres. Ni pizarras. Solo el amor por aprender y la esperanza de no tener que estudiar más sobre bloques o en sillas partidas.

“Era una escuela de madera y piso de tierra… el techo parecía una coladera. No habían condiciones para recibir clases”, recordó con nostalgia y firmeza el alcalde Juan Carlos Molina, al visitar el centro educativo.

Durante años, los niños y niñas llegaban cada mañana con sus mochilas o bolsas al hombro, sin importar la lluvia ni el polvo, sabiendo que su escuela se sostenía, más que por sus paredes, por la voluntad de los maestros y los sueños que traían en la mirada.

Pero la historia está cambiando.
Gracias a la iniciativa conjunta de la Municipalidad de Olanchito y los vecinos de la comunidad, hoy ese humilde centro escolar comienza a renacer con dignidad.

Dos aulas nuevas, debidamente acondicionadas, se levantan donde antes solo había ruina. Sillas nuevas,  pizarras relucientes y paredes que pronto serán pintadas con alegría son solo una parte del cambio.

“Gracias a la fundación vidas con esperanza por donarnos la pintura estos jóvenes hijos de un matrimonio amigo Tania y Juan Antonio que han inculcado en sus hijos el don de apoyar la educación en Olanchito” dijo Juan Calos agradeciendo el acompañamiento de este tipo de personas.

“Además de traer los materiales, hoy compartimos un convivio con estos pequeños. Merecen aprender con dignidad”, afirmó el alcalde Molina.

Para Evelin García, maestra de la escuela, el cambio es más que visible, es emocional:
“Estuvimos en casas, bajo árboles… pero nunca dejamos de enseñar. Hoy estamos agradecidos porque por fin nuestros niños recibirán clases en un lugar digno.”

En Los Ángeles, entre montañas y caminos de esperanza, los libros ya no tendrán que pelearle espacio a la lluvia ni a los zancudos. El aula digna no es solo una estructura: es una puerta abierta al futuro de una comunidad que se niega a rendirse.