Don Rafael Ramos Rivera: El legado de un hijo de Olanchito

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OLANCHITO, Yoro. — En una época en que los hombres forjaban su destino con esfuerzo, palabra y visión, Don Rafael Ramos Rivera se convirtió en un símbolo de trabajo, liderazgo y amor por su tierra natal.

Nacido el 24 de octubre de 1927, en la comunidad de Medinas, Olanchito, Don Rafael fue más que un empresario y político: fue un constructor de sueños, un ciudadano adelantado a su tiempo cuya huella se percibe aún en las calles, instituciones y familias de esta ciudad que tanto amó.

Fallecido el 14 de mayo de 2024, su nombre perdura entre los grandes protagonistas del desarrollo local, recordado por su visión emprendedora, su liderazgo en la vida pública y su permanente compromiso con la educación, la ganadería y el progreso social de Olanchito.

Hijo de Don Francisco Rivera y Doña Leopolda Ramos, Rafael creció en el seno de una familia trabajadora junto a sus hermanos Raúl, Rubén, Carlos y José Ramos. Desde niño aprendió el valor del esfuerzo en su entorno rural, completando sus estudios primarios en la Escuela Marina Manzanares Aldea de Medinas, donde su curiosidad por aprender se volvió una constante que lo acompañaría toda la vida.

Aunque no cursó estudios universitarios, fue un autodidacta incansable. Su “universidad”, decía él, fue la de la vida: aprendió de los libros, de las conversaciones y de la experiencia cotidiana.

Su habilidad para los negocios, su agudo sentido político y su admirable capacidad oratoria lo convirtieron en un referente natural entre sus contemporáneos.

En la década de 1950, cuando Olanchito aún era un pueblo pequeño, Don Rafael fundó lo que se convertiría en un emblema del comercio local: Súper Mercado Ramos.

El negocio comenzó como una modesta pulpería, pero bajo su liderazgo creció hasta transformarse en uno de los establecimientos más reconocidos del departamento de Yoro, con su famoso lema:
Súper Mercado Ramos, donde más barato damos.

En 1980, entregó la administración de la empresa a su hijo Juan Ramón Ramos Figueroa y a su nuera Alejandrina de Ramos (QDDG), quienes expandieron el legado familiar, consolidando el nombre Ramos como sinónimo de servicio y compromiso con la región.

Su incursión en la política lo llevó a ocupar la Alcaldía Municipal de Olanchito entre 1963 y 1968, bajo las filas del Partido Nacional. Con un presupuesto municipal de apenas 15,000 lempiras, demostró que el liderazgo no se mide en recursos, sino en visión.

Durante su gestión se inauguraron escuelas rurales, se instaló el servicio de agua potable en la Colonia La Libertad, y se fundaron barrios que hoy forman parte esencial del tejido urbano, como la segunda etapa de La Libertad Norte.

También fue el fundador del primer parque infantil de Olanchito, ubicado donde actualmente se levanta la Escuela Joaquín Reyes Tejeda, y gestionó la creación de la primera biblioteca pública, bautizada como Celeo Murillo Soto, destruida años después por el huracán Fifí.

Sin embargo, su mayor legado edilicio fue el impulso a la construcción del Estadio Municipal de Olanchito, un proyecto que nació bajo su administración y que se consolidó gracias a su empeño y su capacidad de convocar voluntades.

En 1966, Don Rafael representó a Honduras en un Congreso Municipal en Colombia, donde pronunció un discurso que le valió el reconocimiento del vicepresidente colombiano y su nombramiento como Presidente Honorario del Congreso Municipal Latinoamericano.

Un año más tarde, en 1967, fue seleccionado entre los 35 líderes latinoamericanos invitados por el presidente estadounidense Lyndon B. Johnson para recibir un curso de formación cívica en la Universidad de Loyola, en Nueva Orleans.

En esa oportunidad, tuvo el privilegio de visitar las instalaciones de la NASA, una experiencia que siempre recordaría como símbolo del avance humano y de lo que la educación podía lograr.

Don Rafael también destacó como ganadero y miembro activo de la Sociedad de Agricultores y Ganaderos de Olanchito (SAGO).

A lo largo de su vida apoyó a instituciones educativas, especialmente al Instituto San Martín de Porres de Coyoles Central, al que donó ganado para sus prácticas agropecuarias y donde, durante más de 20 años, otorgó la Medalla de Oro “Rafael Ramos Rivera” al mejor estudiante de cada promoción.

Su compromiso con la educación trascendió generaciones: el Jardín de Niños de la Aldea de Medinas lleva hoy su nombre, un homenaje a su ejemplo como hijo ilustre de esa comunidad.

Como fundador y presidente del Club Rotario de Olanchito y Tocoa, lideró múltiples obras sociales, entre ellas la construcción del parque infantil de la Colonia Los Laureles y el edificio del Kínder Infantil, inaugurado en 1991.

Casado con Doña María Ramona Gómez de Ramos, formó una familia de ciudadanos ejemplares, profesionales y servidores públicos. Fue padre de ocho hijos, entre ellos el empresario Juan Ramón Ramos, el ingeniero José Francisco Ramos, y Xiomara Ramos Gómez, todos herederos de su sentido de responsabilidad social.

En cada una de sus etapas —como comerciante, alcalde, ganadero, líder rotario y ciudadano— Don Rafael Ramos Rivera representó los valores más nobles de Olanchito: trabajo, honestidad, fe y servicio a los demás.

Su nombre está escrito en la historia de la ciudad no solo por las obras que impulsó, sino por el ejemplo que dejó: el de un hombre humilde y visionario que creyó en la educación, en la palabra y en el poder de la sociedad para transformar la realidad.

Hoy, Olanchito recuerda a Don Rafael no con tristeza, sino con gratitud.
Porque hombres como él no mueren: se vuelven historia, se vuelven inspiración.