En los años setenta, cuando Olanchito comenzaba a expandirse y el clamor por un estadio resonaba en cada esquina, un grupo de hombres decididos se unieron para convertir ese sueño en una realidad tangible.
En el año 1975, un grupo de distinguidos ciudadanos se congregó con un propósito común: construir el primer Estadio Municipal de Olanchito. Entre ellos se encontraban el Prof. Roger Herrera, el Dr. Saúl Ayala Ávila, Don Erick Steiner, Carlos Nuñez Vargas, Don Beto Saravia, Don Santos “Panchito” Velásquez, el Profesor Ramón Duran Hernández y el Señor Ciriaco Nuñez. Juntos, formaron el Comité Pro Construcción del Estadio Municipal, marcando el inicio de una empresa monumental.
Con sueños tan vastos como el campo que anhelaban levantar, el Comité se dedicó a adquirir terrenos y realizar mediciones precisas. Así comenzó la gestación de lo que hoy conocemos como el Estadio Municipal San Jorge de Olanchito.
Fue en la década de los ochenta, bajo la administración del señor Armando Martínez Castro como Alcalde y el General Álvarez Martínez como Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, que el estadio finalmente tomó forma. Con su cerco perimetral y la división clara entre la cancha y los aficionados, el estadio estaba listo para acoger a multitudes sedientas de deporte y emoción.
La bendición del nuevo estadio estuvo a cargo del padre Hogan, quien junto al Dr. Rafael Ruiz Leiva y otros personajes, sellaron con fe y esperanza este logro monumental. Desde la segunda planta del Instituto Mejía, la vista abarcaba el vasto terreno urbano, donde ahora se erguía orgulloso el estadio, antes solo habitado por árboles.
La inauguración oficial fue un evento sin precedentes, con la asistencia de altas personalidades del país y la euforia palpable en el aire. Incluso un grupo de porristas de la época encendieron aún más el espíritu festivo con sus bailes y acrobacias.
Así, con los corazones llenos de alegría y anticipación, el Estadio Municipal de Olanchito abrió sus puertas al público. Aunque los nombres de los equipos participantes se han perdido en la bruma del tiempo, lo que sí perdura es el recuerdo imborrable de un pueblo entero unido por un sueño compartido, que finalmente se hizo realidad en aquel histórico día.