En una nueva demostración de fuerza política, la presidenta Xiomara Castro ha movilizado a miles de empleados públicos en una marcha hacia Tegucigalpa, en lo que ha denominado una “defensa de su gobierno” frente a un supuesto intento de golpe de Estado.
Sin embargo, ¿de qué golpe de Estado habla la presidenta hondureña? Esta afirmación parece ser más una construcción política que una realidad, un recurso repetido que se utiliza para desviar la atención de los problemas de fondo que enfrenta el país.
Es preocupante que, mientras el gobierno se enfoca en alimentar un discurso de conspiración, se omita mencionar decisiones tan graves como la eliminación de la extradición de narcotraficantes a Estados Unidos. El expresidente Manuel Zelaya, esposo de la mandataria, ha justificado esta decisión con el argumento de que la extradición “no puede estar en manos del enemigo”.
Pero, ¿quién es realmente el enemigo? Zelaya, quien durante años ha vivido del erario público, se encuentra hoy bajo sospecha debido a videos en los que se le vincula con la recepción de dinero para la campaña del partido LIBRE, a cambio de favores.
Es innegable que este gobierno ha perdido el rumbo. En vísperas de la celebración del aniversario de nuestra independencia, las autoridades parecen haber olvidado que su verdadera responsabilidad es con el pueblo hondureño.
En lugar de ofrecer soluciones a los problemas de desempleo, inseguridad y corrupción que asfixian al país, el gobierno ha optado por concentrar su atención en crear una narrativa de amenaza de un golpe de estado.
Los empleados públicos, que participaron en esta marcha, lo hicieron movidos por la necesidad de defender sus empleos en un país donde las oportunidades laborales son escasas. Esta movilización no representa la dignidad del pueblo hondureño, sino el miedo a perder una fuente de ingresos en un entorno económico cada vez más adverso.
El verdadero reto de esta administración debería ser recuperar la confianza de la ciudadanía a través de acciones concretas que mejoren la vida de las personas, y no perpetuar el temor de un golpe de Estado que solo parece existir en la mente de sus líderes.
Honduras merece más que marchas forzadas y discursos de victimización. Merecemos un liderazgo que afronte los problemas reales con valentía y decisión, sin recurrir a tácticas de distracción que solo profundizan la crisis que ya vivimos.