El mensaje oculto tras los carteles destruidos en el valle del Aguán

Regionales

OLANCHITO, Yoro. — Los rostros desfigurados, las láminas rasgadas y los anuncios caídos que alguna vez proclamaron “Xiomara sí cumple” hoy se han convertido en un nuevo símbolo del desencanto popular en el valle del Aguán. Donde antes se erguían los rótulos con orgullo, ahora solo quedan hierros doblados, pintura descolorida y un silencio elocuente: el de una población cansada de escuchar promesas incumplidas.

Los carteles —instalados en distintas comunidades como Tepusteca, Colonia Dan Martin y Armenia — anunciaban con letras grandes obras del gobierno actual, entre ellas la construcción del puente de Amaca. Hoy, sin embargo, la mayoría han sido dañados o destruidos.

Algunos aparecen con las imágenes de las autoridades rasgadas; otros, arrancados de raíz y tirados entre la maleza.

Aunque oficialmente nadie ha reivindicado la autoría de los daños, los vecinls aseguran que los rótulos se han convertido en un blanco de la frustración social. “Aquí no hay odio, lo que hay es cansancio”, comenta un agricultor del sector. “Nos cansamos de ver propaganda donde no hay progreso. La carretera sigue igual, los caminos se llenan de lodo y la vida sigue igual de dura”.

Los rótulos fueron pensados como recordatorios del cumplimiento gubernamental, pero han terminado siendo interpretados como símbolos de propaganda vacía. En zonas donde las obras prometidas no avanzan o permanecen inconclusas, los letreros se han vuelto un recordatorio del contraste entre el discurso político y la realidad.

“Para muchos habitantes, estos carteles no representan obras, sino abandono”, señala un líder comunitario de Tepusteca. “La gente los ve como burlas. Son anuncios de algo que nunca llegó o que empezó y se detuvo”.

En redes sociales, las imágenes de los rótulos destruidos han provocado debate. Algunos condenan el daño como un acto de irrespeto hacia la figura presidencial; otros lo defienden como una protesta silenciosa de un Valle del Aguán olvidado.

Sociólogos locales coinciden en que el fenómeno revela una brecha cada vez mayor entre el discurso del poder central y la percepción ciudadana. “Cuando la gente empieza a destruir los símbolos del poder —aunque sean simples rótulos— es porque ya no se siente representada”, explica un analista político consultado.

“Es un mensaje político sin necesidad de pancartas: el pueblo responde con silencio, con rechazo, con el acto físico de derribar lo que no cree”.

El deterioro de la imagen pública en la región del Aguán también refleja un desgaste de confianza en las instituciones. A pesar de los mensajes oficiales que insisten en que los proyectos avanzan, la percepción generalizada es que las obras se anuncian más de lo que se ejecutan.

Durante décadas, el valle del Aguán ha sido testigo de discursos que prometen desarrollo, pero sus comunidades rurales continúan lidiando con los mismos problemas: caminos destruidos, falta de puentes, escuelas deterioradas y una economía agrícola golpeada.

La ironía, dicen algunos, es que los rótulos resisten menos que las promesas que proclaman. A menos de un mes de ser colocados, muchos ya están oxidados, doblados o en el suelo.

“Cada cartel caído es como una metáfora del país”, dice una docente de la zona. “Se levantan con entusiasmo, pero sin base sólida. Y cuando sopla el viento de la realidad, se vienen abajo”.

En el Aguán, los rótulos ya no anuncian obras. Anuncian el fin de la confianza.