El nuevo mapa de la coca en Honduras: Olancho y Colón concentran más del 85 % del narcocultivo nacional

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TEGUCIGALPA, HONDURAS — Lo que hace apenas cinco años era un fenómeno aislado y experimental hoy se ha convertido en una estructura criminal compleja que opera con precisión militar en el corazón verde de Honduras.

Según un reciente informe de la Dirección Nacional de Investigación e Inteligencia (DNII), los departamentos de Olancho y Colón concentran más del 85 % de las plantaciones de coca erradicadas en todo el país, marcando un giro drástico en el mapa del narcotráfico regional.

Entre 2020 y 2025, las autoridades erradicaron más de 16 millones de plantas de coca, alcanzando un pico histórico en 2023 con 8.1 millones. En Olancho se destruyeron 4.3 millones, y en Colón, 2.8 millones, una cifra que revela la magnitud de un fenómeno que ya no es marginal ni improvisado.

“El cultivo ya no es experimental; está estructurado, organizado y arraigado en las dinámicas criminales locales”, señala el informe de la DNII.

La expansión de los cultivos se dio a lo largo de 17 municipios, extendiéndose desde las montañas del Patuca y Dulce Nombre de Culmí, en Olancho, hasta el valle del Aguán en Colón, con ramificaciones hacia Yoro, Atlántida, Gracias a Dios, Santa Bárbara, Cortés y El Paraíso.

Las imágenes satelitales del estudio geoespacial de la DNII trazan un mapa alarmante: Honduras dejó de ser solo un corredor de paso para convertirse en productor emergente de cocaína en Centroamérica.

El auge coincidió con el fortalecimiento de economías criminales rurales —estructuras locales que financian, protegen y operan el cultivo— aprovechando la ausencia estatal, la pobreza y la deforestación acelerada.

La coca, según los analistas, se integró a la economía campesina como “un cultivo más rentable que el maíz o el café”, con redes logísticas que incluyen pistas clandestinas, procesadoras rudimentarias y rutas hacia el Caribe.

En 2020, las autoridades destruyeron 443,500 plantas; en 2021, 676,475; y en 2022 la cifra se triplicó hasta 2.1 millones. Un año después, el país alcanzó el pico máximo con más de 8 millones de plantas erradicadas, reflejando la madurez de un modelo de producción que ya emplea conocimiento técnico y seguridad armada.

Aunque en 2024 y 2025 las cifras descendieron a 4.2 millones y 1.2 millones, respectivamente, los expertos advierten que la caída responde a operativos temporales y no a un debilitamiento estructural del narcocultivo.

“El país dejó de ser solo ruta. Ahora hay control territorial, inversión y conocimiento técnico. Lo que antes era una curiosidad agrícola, hoy es una industria del crimen”, declaró un agente antinarcóticos bajo anonimato.

El fenómeno de la coca redefine el narcotráfico hondureño y expone una nueva amenaza: la consolidación de economías paralelas basadas en el tráfico de precursores químicos, la tala ilegal y el lavado de activos mediante empresas agrícolas y ganaderas aparentes.

La DNII advierte que erradicar las plantas ya no es suficiente. “El problema está incrustado en la estructura social y económica de regiones donde el Estado apenas existe”, señala el informe, subrayando que los esfuerzos deben incluir presencia institucional, educación rural y alternativas económicas reales.

En las montañas de Olancho y Colón, la coca ya no es una planta exótica: es símbolo de un país donde el bosque retrocede, la pobreza se profundiza y las fronteras del crimen se volvieron invisibles.