La Ceiba, Atlántida – El puente Saopin ha pasado de ser una vía de comunicación esencial a convertirse en la nueva atracción turística de La Ceiba, aunque no precisamente por su majestuosidad, sino por la “fascinante velocidad con la que avanza su reparación”.

A más de cuatro meses de su colapso y con Semana Santa a la vuelta de la esquina, los ceibeños siguen esperando, con paciencia digna de monjes tibetanos, que el gobierno cumpla su promesa de terminar la obra en 150 días.
El panorama actual es digno de una postal: varillas puestas con cariño, escombros estratégicamente ubicados y obreros que parecen haber sido seleccionados bajo la consigna de “menos es más”.
Lester Norales, vecino del sector de Perú, resume la situación con una precisión quirúrgica: “Aquí lo único que se ha hecho es botar la base vieja y comenzar a instalar varillas, el resto del trabajo aún no se ve”. Y es que, al ritmo que van, es probable que la inauguración del puente termine siendo una conmemoración histórica para las generaciones venideras.

Por su parte, el sector turístico ha comenzado a ver en el puente un potencial destino de peregrinación para quienes deseen contemplar el milagro de la paciencia.
Julio Chi-Han, director regional de Canaturh La Ceiba, manifestó su preocupación con una mezcla de resignación y esperanza, asegurando que “se nos había prometido para antes de la Semana Santa, pero no va a estar para esas fechas”.
Mientras tanto, los empresarios del turismo, en un intento por no perder del todo el optimismo, han solicitado un cronograma de trabajo que probablemente llegue con la misma rapidez con la que se está construyendo el puente: muy tarde.
Y así sigue La Ceiba, viendo cómo el puente Saopin se convierte en una obra de arte en slow motion, un testimonio viviente de que cuando el gobierno promete algo, siempre hay que leer la letra pequeña: “150 días… hábiles, con días de descanso, feriados, pausas para el café y la alineación de los astros”.
