Tocoa, Colón – En las ruinas humeantes de lo que una vez fueron las oficinas municipales de Tributación y Tesorería, los empleados se abocaron a una tarea que parecía interminable: sacar los restos de hierro y otros metales de entre los escombros calcinados. Apenas unos días atrás, un voraz incendio había consumido todo a su paso, dejando solo chatarra de computadoras, archivos, escritorios y aires acondicionados.
La escena era desoladora. Hombres y mujeres, vestidos con ropa de trabajo y protegidos con guantes y mascarillas, se movían entre los restos carbonizados, tratando de rescatar lo poco que aún podía tener algún valor. Cada pieza metálica, cada fragmento de lo que alguna vez fue parte esencial del funcionamiento municipal, era recogida y apilada con cuidado.
Los empleados de la Alcaldía no estaban solos en esta ardua tarea. Acompañados por autoridades locales, se integraron a las labores de limpieza después de que los bomberos concluyeran con el informe final del incendio. La presencia de las autoridades era un recordatorio de que, aunque esras oficinas del edificio se habían perdido, el trabajo por la ciudad debía continuar.
Las autoridades municipales, en un esfuerzo por hallar a los responsables de este acto vandálico, anunciaron una recompensa de 200 mil lempiras para quien proporcionara información fidedigna sobre la quema del edificio.
En una reunión de la corporación municipal, la secretaria presentó el informe del cuerpo de bomberos. Entre los asistentes, un regidor expresó la necesidad de una investigación objetiva y exhaustiva para encontrar a los culpables. “Debe haber justicia para quienes la metieron fuego al edificio municipal,” afirmó con determinación, reflejando el sentir de toda la población.