Estados Unidos despliega tres buques de guerra y un submarino nuclear en el Caribe

Internacionales

Washington/Caracas. – Estados Unidos  reforzó su presencia militar en aguas del Caribe próximas a Venezuela con el despliegue de tres buques de guerra, un submarino nuclear, aviones de reconocimiento P8 Poseidon y más de 4.000 soldados, en lo que la Casa Blanca describe como una operación para frenar el flujo de drogas hacia su territorio.

La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, declaró este martes que el país está dispuesto a “usar todo su poder” para llevar ante la justicia a los responsables del narcotráfico. Sin embargo, evitó confirmar o desmentir de forma directa la magnitud del despliegue militar.

Durante su comparecencia, reiteró que la administración estadounidense no reconoce a Nicolás Maduro como un gobernante legítimo, sino como el cabecilla de un supuesto “cartel del narcotráfico” acusado en cortes de Estados Unidos.

Esta narrativa refuerza la línea adoptada por Washington desde hace años, en la que coloca al régimen venezolano como un actor central en el tráfico de drogas que impacta en ciudades estadounidenses a través de sustancias como el fentanilo.

De acuerdo con fuentes citadas por CNN y Associated Press, el despliegue se extenderá durante “el transcurso de varios meses” e incluye el envío de destructores, barcos de guerra equipados con misiles y un submarino de propulsión nuclear.

El objetivo declarado es combatir a los carteles y reforzar la influencia militar de Estados Unidos en la región, en un punto donde las rutas del narcotráfico atraviesan el Caribe hacia Norteamérica.

La operación ocurre después de que el secretario de Defensa, Pete Hegseth, ampliara el alcance de las funciones del Ejército estadounidense, incorporando tareas como sellar fronteras, repeler invasiones, combatir el tráfico de drogas y personas, y otras actividades criminales, lo que abre la puerta a un uso más flexible del aparato militar en escenarios internacionales.

El movimiento militar de Washington no tardó en generar reacciones adversas en la región. El gobierno de Cuba calificó el despliegue como parte de una “agenda corrupta” impulsada por el secretario de Estado, Marco Rubio, y pidió que se respete al Caribe como un “espacio de paz”.

Por su parte, Venezuela condenó la acción, advirtiendo que la presencia de buques estadounidenses pone en riesgo la “paz y estabilidad de toda la región”, recordando que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) declaró al continente como Zona de Paz, un principio que busca promover la cooperación y evitar confrontaciones militares.

El despliegue también tiene un trasfondo diplomático con México, Honduras y Guatemala, países claves en la lucha contra el narcotráfico. Según reportes internacionales, el expresidente Donalda Trump ha presionado a la actual mandataria mexicana, Claudia Sheinbaum, para que adopte una postura más agresiva frente a los cárteles y coopere en mayor medida con Washington.

No obstante, Sheinbaum ha trazado una línea firme al rechazar cualquier intervención militar extranjera en territorio mexicano, defendiendo la soberanía como principio no negociable.

El refuerzo militar estadounidense en el Caribe no solo apunta al control del narcotráfico, sino también a ejercer presión política y estratégica sobre el régimen de Maduro en un momento de fragilidad regional.

La presencia de submarinos nucleares y destructores equipados con misiles evidencia que se trata de un movimiento más allá de lo simbólico: envía un mensaje de disuasión tanto a Venezuela como a actores aliados como Cuba.

Sin embargo, esta estrategia corre el riesgo de escalar tensiones en una región que históricamente ha buscado mantenerse al margen de conflictos armados.

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