Olanchito, Yoro – En una región fértil y de belleza singular, donde los cultivos de palma, banano y granos básicos han definido durante décadas la identidad económica del norte hondureño, un nuevo proyecto amenaza con transformar el paisaje: la instalación de un parque solar a gran escala en el Valle del Aguán.

Aunque presentado como símbolo de progreso y energía limpia, expertos advierten que su implementación podría tener efectos ambientales, climáticos y agrícolas adversos de gran magnitud.
El Valle del Aguán, reconocido por su suelo aluvial y su rol en la seguridad alimentaria del país, podría enfrentar un desequilibrio ecológico si el proyecto no cumple con estándares internacionales de sostenibilidad.
De acuerdo con ingenieros agrónomos y especialistas en energías renovables consultados por El Comejamo, la instalación de miles de paneles solares sobre extensas superficies rurales reduce la cobertura vegetal natural, altera los patrones de drenaje y aumenta la temperatura del suelo hasta en 3 o 4 grados centígrados, un fenómeno conocido como efecto isla térmica.
“El problema no es la energía solar en sí, sino su mala ubicación”, explicó el ingeniero ambiental Héctor Madrid, quien ha trabajado en proyectos de mitigación climática en el litoral atlántico.

“El Aguán es un valle húmedo y de gran biodiversidad. Si lo convertimos en una planicie cubierta de vidrio y metal, alteramos los microclimas locales, afectamos la polinización y hasta el ciclo del agua”.
Los paneles solares absorben radiación solar durante todo el día. Parte de esa energía se convierte en electricidad, pero otra fracción se refleja o se libera como calor al entorno, elevando la temperatura del aire circundante.
En zonas agrícolas, ese aumento térmico puede reducir la humedad del suelo, acelerar la evaporación de agua y debilitar cultivos sensibles como el maíz, el plátano o los cítricos, pilares económicos de las comunidades del Aguán.

Según estudios del Instituto de Ecología Tropical de la UNAH, la instalación de parques solares de gran escala sin corredores verdes puede interrumpir los flujos de aire y dispersión de semillas, generando efectos secundarios sobre aves, reptiles y mamíferos pequeños que dependen de la vegetación natural.
“Los ecosistemas del Aguán no están preparados para soportar una transformación tan rápida. Cambiar un valle productivo en un campo metálico es como cubrir un bosque con una manta caliente”, comenta la bióloga María Fernanda Cáceres, especialista en fauna tropical.
“Los animales migrarán, las fuentes de agua disminuirán y el paisaje perderá su función ecológica”.
La ocupación de grandes extensiones de tierra fértil para infraestructura solar disminuye el área cultivable, y al elevar la temperatura del terreno, reduce la productividad de los cultivos colindantes.
Las comunidades rurales —que ya enfrentan desafíos por el cambio climático— podrían experimentar una caída en la producción y el valor del suelo agrícola, lo que a mediano plazo afectaría la economía local y el empleo rural.

“Muchos agricultores serán desplazados o tendrán que vender sus tierras, porque los precios se disparan cuando entran los inversionistas energéticos”, advierte una economista. “Lo que hoy parece progreso, mañana puede significar dependencia energética y pérdida de soberanía alimentaria”.
Los efectos sobre la fauna del valle podrían ser igualmente severos.
Las aves migratorias y los polinizadores —abejas, mariposas y murciélagos— sufrirán los mayores impactos por la pérdida de hábitats y la alteración de la luz natural.
La reflexión solar masiva puede desorientar especies voladoras, mientras que la ausencia de cobertura vegetal incrementa la exposición de animales pequeños a depredadores.
La reducción del pasto y la compactación del suelo también afecta a reptiles, anfibios y pequeños mamíferos, modificando la cadena alimenticia. Con menos vegetación, disminuyen los insectos, y con ellos, las aves insectívoras que controlan plagas agrícolas.
Paradójicamente, un proyecto concebido para reducir la huella de carbono puede terminar generando una nueva huella ambiental.
Si no se realizan estudios de impacto ambiental rigurosos, ni se garantiza la participación comunitaria en la toma de decisiones, el parque solar podría convertirse en un símbolo de desigualdad verde: energía limpia para las ciudades, degradación silenciosa para el campo.
“Debemos evitar repetir errores. No se trata de oponerse al desarrollo, sino de hacerlo con ciencia, justicia y planificación”, subrayó el ambientalista Carlos Ulloa.
“Si el Valle del Aguán se recalienta, todos perderemos: los cultivos, los ecosistemas y la promesa de una transición energética verdaderamente sostenible”.

