El gobierno de Honduras ha anunciado que ahora las medicinas llegarán a casa… por delivery. Sí, como la pizza del viernes por la noche, pero esta vez será losartán con guarnición de populismo y salsa de incertidumbre.

La ministra de Salud, Carla Paredes, con tono visionario y rostro de “esto va en serio”, informó que a partir del 1 de julio se pondrá en marcha una entrega de medicamentos a domicilio para pacientes con enfermedades crónicas. ¿La diferencia con otros países desarrollados que ya lo hacen? Bueno, ellos sí tienen medicinas para entregar.
Pero no se desanime. La estrategia —según la ministra— iniciará con hospitales regionales, seguirá con todo el país y culminará en diciembre abarcando a toda la población asegurada. ¡Un aplauso para la logística! Aunque eso sí, todavía nadie ha explicado cómo van a repartir lo que no hay.
Porque, según reportes de usuarios del sistema, en los hospitales apenas hay aire, y eso, gracias al ventilador del guachi.
Y como si la noticia no fuera suficiente banquete, lo mejor vino con el postre: “las entregas en Francisco Morazán se harán a través de Uber”. ¡Ajá! ¿Usted creía que iba a llegar el camión del IHSS? No, mi estimado paciente, prepárese para recibir su medicamento en una mototaxi con caja térmica improvisada, justo mientras el conductor también reparte hamburguesas de 3×100.
Pero ojo, no sea malpensado. La ministra juró que esto no tiene fines políticos, aunque, en un país donde todo llega tarde —menos las campañas—, muchos ya se imaginan al repartidor diciendo:
—“Aquí le dejo su insulina y… ¿ya decidió por quién va a votar en el 2026?”
Y es que, si la historia nos ha enseñado algo, es que los favores institucionales en Honduras llegan con una papeleta electoral escondida entre la receta y la caja de acetaminofén.
¿Será este el comienzo de una revolución sanitaria o simplemente otra promesa con envoltorio moderno y contenido vacío?