Olanchito, la ciudad de los versos verdes

Opiniones

No, no es con discursos huecos en un micrófono ni con fotos sembrando un árbol (que probablemente muera por falta de agua al día siguiente) como vamos a revertir el desastre ecológico que hemos cultivado con tanta eficiencia. Es con acción. Con voluntad. Con conciencia. Y sí, con menos “bla bla bla” y más “haz haz haz”.

En medio del caos ambiental global, donde hablar de cambio climático se ha vuelto tan común como pedir un café, Olanchito —sí, la ciudad cívica, la de poetas y trovadores— ha dado un paso que no se escribe en rima, pero que sí se graba con raíces profundas: la conservación real y coordinada del medio ambiente.

¿Quién lo diría? El terruño de versos melancólicos se convirtió también en una estrofa viviente de lucha forestal. Y no hablamos de pancartas ni promesas de campaña. Hablamos de microcuencas protegidas, de un Refugio de Vida Silvestre llamado La Danta, de más de 24 mil hectáreas que aún respiran gracias a la cooperación entre lo público, lo privado y lo comunitario.

La Standard Fruit, la Universidad Zamorano, la Municipalidad de Olanchito, el ICF, Ecologic y hasta el último poblador que alza su voz en el Consejo de Desarrollo Municipal —todos, de una manera u otra, decidieron sembrar algo más importante que un árbol: ejemplo.

Mención especial (y no honorífica, sino histórica) merecen nombres que quizás no llenen titulares pero que sí han llenado hectáreas de esperanza: Antonio Martínez, Terencio Puerto, Juan Ramón Ramos, Medardo Guevara, Cecilio Andino y otros valientes. Gente común con compromiso extraordinario.

¿Y qué hizo el alcalde? Pues tomó la mejor decisión que puede tomar un líder cuando el bosque está en juego: escuchar, apoyar y no estorbar. Porque a veces gobernar bien es simplemente dejar que la gente haga el bien y dejándose acompañar de su pueblo.

Hoy, cuando muchos celebran el Día Mundial del Medio Ambiente con globos (de plástico, por cierto), Olanchito celebra con hechos: con jaguarundis cruzando su territorio, con felinos que aún encuentran ruta de paso, con una danta que se creía extinta y que hoy es símbolo de resistencia natural.

Así que sí: la ciudad de los versos también escribe con ramas, cuida con raíces y rima con conciencia.

Y mientras otros prometen salvar el planeta con selfies y hashtags, Olanchito lo hace con árboles.

Honor a quien honor merece.