Tegucigalpa – Solo, a veces acompañado por unos pocos, bajo el sol abrasador o la lluvia que empapa hasta los huesos, el padre Leopoldo Serrano avanza paso a paso por la peligrosa CA-5.

No camina por deporte ni por penitencia personal. Camina porque cree que aún es posible que Honduras deje de gritar y empiece a escucharse.
Su meta no es llegar a un lugar, sino a un momento: aquel en que los candidatos presidenciales Mario Rivera, Rixi Moncada, Nasry Asfura, Salvador Nasralla y Nelson Ávila se sienten a dialogar con sinceridad. No para repartirse el poder, sino para pactar paz, democracia y unidad.
Quien lo ve pasar, con su sombrero y su andar firme, podría pensar que es solo un sacerdote haciendo un gesto simbólico. Pero sus pies, gastados por kilómetros de asfalto, llevan un mensaje más profundo: que la fe no se queda en el altar, que la oración también se hace caminando, y que la esperanza necesita acciones visibles.
Acompañado por un pequeño grupo de colaboradores y custodiado por patrullas de la Policía Nacional, el religioso avanza con firmeza. A lo largo del camino ha recibido muestras de solidaridad: habitantes que le ofrecen agua, alimentos, refugio y aliento moral.
S pesar de haber sufrido descompensaciones —y con un historial de operación al corazón— el padre insiste: “no tengo miedo de morir por Honduras”.
Este no es su primer viaje de este tipo. En junio de 2024, realizó una caminata similar desde San Pedro Sula hasta Tegucigalpa, con el propósito de reunirse con la presidenta Xiomara Castro para abordar la situación de los damnificados de La Reina, en Santa Bárbara, lo cual logró tras recorrer más de 240 kilómetros.
Con este nuevo gesto, el padre Serrano busca que los aspirantes reflejen coherencia entre sus discursos de unidad y sus acciones: “Si en este momento me llaman los tres y me dicen que dialoguemos, aquí detengo mi caminata, me subo al carro y me voy a reunirme con ellos”
El padre Leopoldo Serrano es un sacerdote franciscano destacado por su activismo social y su deseo de promover la paz a través del diálogo. En ambas caminatas —la de 2024 y esta de 2025— ha unido espiritualidad con acción pública, exponiendo su salud al riesgo para intentar generar un puente entre los contendientes políticos.
Tal vez, cuando llegue a la capital, no encuentre la foto perfecta de todos los candidatos tomados de la mano. Tal vez ni siquiera lo reciban. Pero en el camino, ya ha sembrado algo que este país necesita con urgencia: la certeza de que todavía hay quienes creen que Honduras puede ser más que la suma de sus pleitos.
Y en esa fe, él sigue… paso a paso.