Olanchito, Yoro. – La historia de la Semana Cívica en Olanchito tiene su origen en septiembre de 1935, cuando por primera vez el pueblo se unió en un programa organizado de actos escolares y homenajes cívicos.

Aquellos días fueron relatados bajo puño y letra por el propio director escolar Francisco Murillo Soto, dejando para la posteridad la memoria de cómo se sembró en la ciudad cívica una tradición que perdura hasta hoy.
El 7 de septiembre de 1935, Murillo Soto apuntaba en su diario: “Se practicó ensayo de los puntos concernientes a la Semana Cívica que empieza mañana 08 de septiembre”. Y así, el domingo 8, pese al descanso semanal, casi todo el alumnado acudió al llamado frente a la residencia de doña Dolores Soto Posas, viuda de Quesada.
8 de septiembre de 1935
Aunque era domingo, casi todo el alumnado asistió al primer llamado. El acto inaugural se celebró frente a la residencia de doña Dolores Soto Posas, viuda de Quesada, en homenaje a don Norberto Quesada Sosa, exalcalde de 1901 recordado por su labor en favor de la instrucción pública.
El director Francisco G. Ramírez declaró inaugurada la Semana Cívica. La señorita Donatila Soto tuvo a su cargo la plática y, al final, el ciudadano Mauricio Ramírez agradeció en nombre de la familia Quesada.

9 de septiembre de 1935
Ese día las escuelas rindieron homenaje al general Purificación Zelaya en su propia casa. Rodeado de sus hijos, recibió conmovido el tributo encabezado por la profesora Aurora J. Moya, quien exaltó su figura como exalcalde.
El profesor Florencio Puerto transmitió la emoción del homenajeado, dejando constancia del respeto que le profesaban.
10 de septiembre de 1935
La cita fue en la casa de doña Filomena Núñez, viuda de Sosa, en memoria de don Esteban Sosa, otro exalcalde de la ciudad. El retrato del homenajeado presidía la sala adornada con palmeras.
La profesora Leonor Alvarado Puerto habló sobre la vida y obra de Sosa, y el doctor Tomás Ávila Ruiz agradeció en nombre de la familia. La jornada cerró con obsequios de dulces y refrescos para alumnado y maestros.

11 de septiembre de 1935
El homenaje recayó en don Terencio Reyes Rosales, ex jefe del Distrito Local. Como estaba ausente, el acto se realizó en la casa de don Santos Reyes. El profesor Florencio Puerto dio una plática extensa sobre su vida y la familia Reyes agradeció con hospitalidad.
12 de septiembre de 1935
Las escuelas llegaron a la residencia de don Nemesio S. Agurcia, ex jefe local del distrito. Su hija, María Agurcia, agradeció en nombre de la familia. La plática principal estuvo a cargo del profesor Antonio Soto, quien presentó un trabajo acucioso sobre su aporte a la comunidad. Hubo cantos cívicos, recitales y, como era costumbre, obsequios de dulces y refrescos.
13 de septiembre de 1935
El turno fue para don José María Soto, homenajeado en su hogar, donde la concurrencia fue numerosa. La profesora Ana Valderramos destacó su personalidad y vida ciudadana. El propio don José María, rodeado de su familia, expresó su gratitud a través de su hijo Antonio Soto.
14 de septiembre de 1935
La jornada final de la Semana Cívica se dedicó a don Salomón Sosa, ex jefe local en 1933. El acto se celebró en la residencia de don Gumersindo Murillo Soto y estuvo a cargo del profesor Ramón Durán, quien cerró con un discurso certero sobre la vida del homenajeado.
Ese día, el director Francisco G. Ramírez declaró oficialmente clausurada la primera Semana Cívica de Olanchito.
Por la noche se llevó a cabo la velada cultural frente al cabildo municipal, en una plaza abarrotada de vecinos. Hubo cantos, declamaciones y presentaciones que recibieron largos aplausos. El ambiente fue descrito como una auténtica feria que pocas veces se había visto en Olanchito.
15 de septiembre de 1935
El Día de la Independencia cerró con broche de oro. Los alumnos declamaron poesías, presentaron una revista militar y realizaron evoluciones marciales que impresionaron a los vecinos. Por la tarde, el arrío del pabellón nacional se realizó en completo orden, dejando una estampa imponente que, en palabras de Murillo Soto, fue del agrado de todo el pueblo.
En su reflexión final escribió: “Dejad las fiestas patrias del presente año grandes enseñanzas para alumnos, maestros y vecinos que, a no dudarlo, todos sabremos aprovechar por esta gran divisa del patriotismo: nuestro amor a Honduras”.
El relato de Murillo Soto describe con detalle cómo cada casa se engalanaba con palmeras, retratos y adornos especiales, mientras los niños declamaban y las señoritas maestras ofrecían palabras de reconocimiento. Al final de cada acto, no faltaban los obsequios de dulces y refrescos ofrecidos por las familias como gesto de gratitud.

La crónica también recoge el 17 de septiembre, Día del Maestro, cuando el alcalde Francisco G. Ramírez, en un gesto de sacrificio, pidió dinero prestado para pagar anticipadamente los sueldos de los docentes, reconociendo así su labor.
Esa misma noche, el diputado Mauricio Ramírez ofreció una cena al magisterio como tributo de afecto y reconocimiento. “Los profesores de nuestra escuela fueron muy solicitados el día de hoy con motivo de ser la fecha consagrada al maestro de la república” reza el manuscrito.
Finalmente, el 28 de septiembre, las escuelas recordaron la llegada de los pliegos de la independencia con un homenaje sencillo, a exalcaldes que habían apoyado la educación.
De esta manera, lo que comenzó en 1935 como una serie de actos escolares escritos en las páginas de un diario, se convirtió en una de las tradiciones más emblemáticas de Olanchito, forjando su título de “Ciudad Cívica” y dejando una huella indeleble en la identidad de sus habitantes.