En una típica jornada de verano en Olanchito, mientras la maquinaria municipal trabajaba arduamente compactando las calles de una de las colonias de la ciudad, algo mágico estaba a punto de suceder.
Los rayos del sol, intensos y cálidos, azotaban las calles, aumentando el calor en la ciudad cívica. Pero en medio de esta rutina diaria, un grupo de niños, con su inocencia y espíritu aventurero, encontró la oportunidad perfecta para escapar del bochorno.
Cuando el tanque cisterna comenzó a regar agua en las calles, los niños no dudaron ni un segundo. Como si fueran guardianes de la diversión, salieron corriendo tras el camión, con risas y alboroto, como si persiguieran un tesoro escondido.
El agua fresca salpicaba a su paso, y los niños se entregaban al placer de un chapuzón improvisado en medio de la tierra caliente. Sus risas resonaban por las calles, mezclándose con el murmullo de la ciudad y creando una melodía única de alegría y felicidad.
Para aquellos que presenciaban este espectáculo, era como si la magia de la niñez se manifestara en cada gota de agua que salpicaba. En un instante, las preocupaciones y el calor del día se desvanecían, dejando lugar a la pura emoción y la libertad de la infancia.
Aunque la maquinaria municipal seguía su tarea, aquel momento de diversión improvisada permanecería como un recuerdo imborrable en la memoria de quienes lo vivieron. Porque en Olanchito, incluso en medio de la rutina diaria, siempre hay espacio para la magia de la niñez.