Olanchito, Yoro – Hace unos años, la entrada a la ciudad de Olanchito ofrecía un espectáculo que marcaba el inicio de una experiencia inolvidable para quienes la visitaban.
Los semáforos, colocados estratégicamente, guiaban a los conductores que se dirigían al centro de la ciudad o continuaban su camino por la carretera RN23, mientras la Plaza de las Banderas se alzaba majestuosa como un símbolo de bienvenida a la “ciudad cívica.”
La Plaza de las Banderas, un ícono que representaba el orgullo comejamo, desplegaba siete banderas ondeando al viento, rodeadas de exhuberantes flores rojas que añadían un toque de frescura y vitalidad al paisaje.
Este rincón no solo era un lugar de paso, sino un reflejo del amor por la patria y la naturaleza que caracteriza a los habitantes de esta tierra.
Más allá, el bosque seco tropical extendía su verdor, enmarcando la entrada a la ciudad. Allí, la figura del Jamo Negro, en eterna vigilancia hacia el este, parecía dar la bienvenida a todo aquel que visitaba Olanchito por primera vez.
Este emblema, con su porte imponente, era un recordatorio de la rica biodiversidad que rodea la región.
En la misma isla del Triángulo de entrada, otro símbolo cautivaba a los transeúntes: el Colibrí Esmeralda Hondureño.
Con sus alas abiertas, simulando un vuelo eterno, el pequeño colibrí posaba sobre un madero, como si saludara a cada visitante con la gracia y elegancia que lo caracteriza.
Hoy, en medio de la nostalgia y el inevitable paso del tiempo, recordamos con cariño aquellos días en que estos símbolos nos recibían con los brazos abiertos, invitándonos a descubrir la belleza y la tradición de Olanchito.
En el corazón de quienes vivieron esa época, estos recuerdos permanecen vivos, una prueba de la rica historia y el espíritu acogedor de nuestra ciudad.