¡Llegó la Semana Santa! Esa época del año en la que el gobierno central se transforma en agencia de viajes y nos invita con bombos y platillos a descubrir los encantos del litoral atlántico: playas paradisíacas, aguas cristalinas, y claro… carreteras en modo cráter lunar.

El mensaje es claro: “Visite Trujillo, relájese en La Ceiba”, pero no se les olvide empacar su espíritu aventurero, su gato hidráulico, al menos dos llantas de repuesto y, si puede, una suspensión reforzada.
Porque sí, la verdadera experiencia turística empieza mucho antes de llegar a la playa… empieza con sobrevivir a la carretera.
Las rutas hacia los principales destinos del Caribe hondureño parecen diseñadas por algún discípulo de Mad Max. Cada kilómetro es una prueba de fe: un bache aquí, una hondonada allá, un tramo sin asfalto más adelante, y todo acompañado de la sinfonía de los amortiguadores rogando clemencia.

Y mientras los vehículos se desarman en plena vía, el gobierno central sigue lanzando publicaciones con drones, paisajes de ensueño y el hashtag #DescubríHonduras, como si no supieran que el único descubrimiento real será el del último tornillo que cayó del carro en el km 37.
¿Reparar las carreteras? ¡No, hombre! Eso es secundario. Lo importante es que la propaganda siga y que las autoridades de turismo sonrían en conferencias, mientras miles de hondureños se juegan el pellejo para pasar unos días en familia.
Lo irónico es que los turistas extranjeros que se atreven a venir creen que ese “recorrido extremo” es parte del tour. No es raro escuchar: “Honduras tiene playas hermosas… y caminos que te rompen el alma, pero ¡qué adrenalina!”.
En fin, esta Semana Santa sepa usted que no solo estará visitando el mar, sino también poniendo a prueba la integridad de su vehículo y la paciencia de su alma. ¡Feliz viaje! Y recuerde: el turismo es importante… pero el pavimento también.