Después de tanto ruido, declaraciones, gritos en el Congreso, y hasta una empresa estatal calentando las impresoras para sacar miles de ejemplares del libro “El Golpe 28-J: Conspiración Transnacional, un Crimen en la Impunidad”, el Gobierno ha decidido hacer lo que más le gusta: reculó.

Sí, como si alguien hubiera tocado el botón de “editar” en la Constitución, el libro ya no será obligatorio en el plan de estudios de los niveles básico y medio. Al parecer, en algún momento de lucidez —o temor al ridículo internacional— alguien en el Poder Ejecutivo recordó que los salones de clases no son trincheras políticas.
Lo más curioso es que, cuando se anunció con bombos y platillos la orden de incluir el libro en la flamante “Cátedra Morazánica”, nos vendieron la idea como una cruzada patriótica. Pero ahora que vieron venir la ola de críticas, comparaciones con Corea del Norte, memes y hasta editoriales con títulos como “De Morazán a Maduro”, el libro pasó de ser mandamiento a simple “recomendación”.

A los estudiantes ya les estaban preguntando si la portada vendría en rojo revolucionario o si traería actividades como “subraye cuántas veces aparece la palabra ‘golpista’”. Pero no, por ahora el libro será donado —según el nuevo discurso— “a quienes lo deseen”, así como quien reparte volantes en un semáforo.
¿Y la ENAG? Bueno, sus máquinas ya estaban listas para imprimir miles de copias, así que probablemente el libro lo encontrará en ferias, librerías populares o, con algo de suerte, envolviendo mangos en el mercado.
Así que tranquilos padres, maestros y estudiantes: por ahora no habrá examen sorpresa sobre el golpe del 28-J. Pero eso sí, no se relajen mucho. Con este gobierno, lo único que se mantiene firme… son los cambios de opinión.