En Honduras, hasta la oración se ha vuelto un acto de resistencia. No importa que lleves una Biblia en la mano o un rosario al cuello, si caminas con más de diez personas y no es para ir a un mitin oficialista, ya te tachan de conspirador.

La capital amaneció adornada con pancartas que acusan a obispos y pastores de “usar la fe con fines políticos proselitistas”. Claro, porque todos sabemos que la espiritualidad solo es pura y limpia… hasta que no incomoda al poder.
Entonces, pasa de ser un acto de fe a un atentado contra el orden establecido.
Y ahí están los líderes religiosos, respondiendo con versículos bíblicos y metáforas políticoreligiosas: (y no falta unonque ni persinarse puede que diga) que si dar al cesar lo que es del cesar y a Dios lo que es de Dios … En resumen: nos atacan, pero aquí seguimos y el sábado vamos a caminar.
El oficialismo, en cambio, parece haber olvidado que la democracia incluye la libertad de expresión y de religión. Y es que la “Caminata por la Paz y la Democracia” les ha tocado una fibra sensible. Tal vez porque el mensaje “paz y democracia” suena a reclamo cuando viene de voces no alineadas.
La ironía es deliciosa: vivimos en un país donde protestar es político, callar es político, marchar rezando es político… y hasta quedarse en casa puede interpretarse como un acto político (pero a favor de alguien).
Así que este sábado, cuando las iglesias salgan a las calles con Biblias en mano, no será solo un acto de fe; será, según la lógica oficial, el equivalente moderno de plantarse frente a Goliat… pero en vez de piedras, con oraciones que, por lo visto, son más peligrosas que cualquier proyectil.
Porque en la Honduras de hoy, cuando rezar se vuelve subversivo, no es que Dios esté en problemas… es que el poder lo está.