En lo profundo del municipio de Victoria, Yoro, emerge una joya natural que parece sacada de un cuadro: la Isla Limones, un paraíso enclavado entre las aguas tranquilas del embalse de la represa Francisco Morazán, mejor conocida como “El Cajón”.

Su origen está ligado a la historia reciente de Honduras. En la década de los años ochenta, cuando se construyó la represa hidroeléctrica más grande del país, varias comunidades agrícolas quedaron cubiertas por el agua. El avance del embalse formó pequeñas islas y penínsulas, entre ellas Limones, que hoy es símbolo de resiliencia y belleza natural.
Desde lo alto, la vista sorprende con un contraste perfecto: el verdor intenso que cubre la pequeña península se extiende como un puente natural sobre las aguas esmeralda que la rodean, mientras al fondo, las montañas se alzan como guardianas silenciosas de este paisaje mágico.
Más que una isla, Limones es un santuario donde la naturaleza regala momentos de paz.

El arrullo del agua, la sombra de los árboles y el aire fresco que baja de las montañas convierten el lugar en un destino obligado para quienes buscan escapar del ruido de la ciudad y reencontrarse con lo esencial.
Los pescadores locales han hecho de este rincón un punto de encuentro, y con sus lanchas se acercan a la orilla para disfrutar de la abundancia del embalse.
Al caer la tarde, cuando el sol pinta de dorado las aguas, la isla se transforma en un espectáculo que enamora a quienes la visitan.
La Isla Limones no es solo un destino turístico en potencia, sino también un recordatorio de la riqueza natural que esconde el departamento de Yoro. Un pedazo de tierra que, entre montañas y espejos de agua, guarda historias, sueños y la promesa de un futuro lleno de turismo sostenible.
