Olanchito, Yoro — Ayer Olanchito despidio a uno de sus hijos, falleció el profesor Edgardo Nahum Paguada Juárez, un hombre cuya vida, dedicación y ejemplo se convirtieron en parte silenciosa —pero esencial— de la historia reciente de Olanchito.

Su partida deja un vacío que no se llena con palabras, pero sí invita a recordar un legado de disciplina, amor y servicio.
Nacido el 14 de febrero de 1949, en un hogar humilde y profundamente arraigado a los valores de esta tierra, Edgardo Nahum fue hijo de don Alberto Paguada y doña Eugenia Juárez.
Creció entre los afectos de sus hermanos —Marisela, Emelda, Carlos, Fernando (QDDG) y Gilma— en una época donde Olanchito todavía respiraba la calma de un pueblo que formaba ciudadanos a través de la familia, la escuela y la palabra dada.
Cursó sus estudios en el Instituto Francisco J. Mejía, donde se graduó de Bachiller en Ciencias y Letras, un logro que para muchos jóvenes de su generación representaba una llave para abrirse camino en un país de oportunidades limitadas.

Para él, esa llave lo condujo a su verdadera misión: enseñar.
Su trayectoria como maestro lo llevó a las aulas del Instituto Guillermo Moore, del Jacobo V. Cárcamo y posteriormente al municipio de Sonaguera. Generaciones completas lo recuerdan no solo como un docente, sino como un hombre que enseñaba con una mezcla de firmeza y serenidaf; un educador que veía en cada estudiante un futuro posible y, a veces, el único impulso que necesitaban para creer en sí mismos.

Para muchos jóvenes, Edgardo Nahum fue ese maestro que aparece en el momento justo: el que orienta, el que aconseja, el que corregia sin humillar y el que inspiraba sin aparentarlo.
Su vocación de servicio trascendió las aulas.
Fue miembro del Club de Leones de Olanchito, fue dirigente deportivo de varios equipos entre ellos el Social Sol de la segunda división, Fue nombrado gerente de la ENEE, cargo que asumió con el rigor de quien entiende que la función pública es un compromiso y no un privilegio. En cada responsabilidad, grandes o pequeñas, quienes trabajaron con él destacan su ética, su trato humano y su defensa incansable de la transparencia.
En la vida política, Edgardo Nahum fue un nacionalista desde sus primeros pasos en la juventud. Con el tiempo, llegó a ser presidente del Comité Nacionalista de Olanchito, liderando con un estilo respetuoso, incluso en tiempos de polarización. Su militancia no fue de estridencias, sino de trabajo silencioso: organizar, escuchar, reconciliar.

Su liderazgo estaba más ligado a la confianza que generaba su carácter que a cualquier idea de protagonismo.
De todas las facetas de su vida, hubo una que él siempre consideró su mayor logro: su familia.
Casado con María Mercedes Díaz, formó un hogar del que nacieron sus hijas Gilma y Vilma Eugenia, quienes lo describen como un padre dedicado, presente y profundamente amoroso.
Además, asumió un papel decisivo en la vida de sus nietas Isabela y Nathaly, a quienes crió y formó como si fueran sus propias hijas, inculcándoles los valores que guiaron su vida: respeto, humildad, dignidad y esfuerzo.
También fue padre de Indira, su hija mayor, con quien mantuvo un lazo de cariño sincero que trascendió el paso del tiempo.
En Olanchito, el nombre de Edgardo Nahum Paguada Juárez no se borrará fácilmente. No porque haya ocupado cargos importantes o ejercido influencia política, sino porque fue uno de esos hombres que ayudan a sostener una sociedad con su simple presencia: un maestro de vida, un ciudadano ejemplar.

