Tegucigalpa, Honduras. — Familiares y amigos dieron este domingo el último adiós a Juan Ramón Matta Ballesteros, uno de los hondureños más conocidos en la historia del narcotráfico en Centroamérica, quien falleció el pasado 30 de octubre a los 80 años en una cárcel de Estados Unidos, donde permaneció recluido durante 37 años.

El cuerpo de Matta arribó al país el viernes por la tarde en el aeropuerto internacional de Palmerola, en Comayagua, desde donde fue trasladado a la funeraria La Auxiliadora, ubicada en el bulevar Suyapa de Tegucigalpa, para ser velado por familiares y allegados.
Este domingo, a la 1:00 p.m., sus restos fueron llevados a la Basílica de Nuestra Señora de Suyapa, donde se celebró una misa de cuerpo presente antes del sepelio en el cementerio Jardines de Paz Suyapa.
Matta Ballesteros había sido condenado en Estados Unidos por delitos vinculados al narcotráfico y al secuestro del agente de la DEA, Enrique “Kiki” Camarena, aunque su defensa siempre alegó irregularidades en el proceso judicial.
En abril de 1998 fue trasladado a prisión en suelo estadounidense, donde permaneció hasta su muerte.
Pese a una orden judicial humanitaria que permitía su retorno a Honduras por razones de salud, un tribunal de alzada revocó la decisión, impidiendo que cumpliera sus últimos días en su país natal.
Considerado uno de los primeros capos centroamericanos durante el auge del narcotráfico en la década de 1980, Matta Ballesteros protagonizó una espectacular fuga de la cárcel Modelo de Bogotá, Colombia, hecho que consolidó su fama internacional.

Su caso marcó un antes y un después en las relaciones entre Estados Unidos y Honduras, especialmente tras su polémica captura y extradición en 1988, que derivó en una ola de protestas en Tegucigalpa y en la quema de la embajada estadounidense.
Este domingo, el féretro fue recibido entre flores, rezos y silencio. Su muerte cierra un capítulo que durante décadas tejió una historia de poder, crimen y controversia que aún divide opiniones en la memoria colectiva hondureña.

