La Ceiba, Atlántida – La brisa del Atlántico acariciaba suavemente los rostros de quienes se congregaron en las instalaciones de ODECO en La Ceiba.

Bajo el techo de aquel recinto, los tambores garífunas resonaban con un ritmo solemne, como si en cada golpe se narrara la historia de un pueblo que hoy despedía a uno de sus más grandes exponentes: Aurelio Martínez.
El luto no fue solo un color en las vestimentas, sino un sentimiento que se compartía entre los presentes. Líderes garífunas, defensores de derechos humanos, artistas y ciudadanos de la novia de Honduras llegaron con flores, con palabras entrecortadas y con el eco de las canciones que el cantautor convirtió en himnos de la identidad garifuna.
Los cánticos en garífuna, acompañados por la percusión ancestral, daban la sensación de que el espíritu de Aurelio danzaba entre su gente, como tantas veces lo hizo en vida.

Cada nota fue un tributo a su legado, un grito de orgullo y lucha que él llevó al mundo con su música.
“Nos deja físicamente, pero su voz y su mensaje nunca se apagarán”, dijo con emoción uno de los miembros la Organización etcica comunitaria, mientras el féretro era escoltado con respeto y lágrimas hacia el cementerio de La Ceiba.

Así, entre el retumbar de los tambores y el murmullo de las olas que no estaban lejos, La Ceiba vio partir a un hijo ilustre. Pero en cada rincón donde una maraca suene, donde una voz entone sus canciones, Aurelio Martínez seguirá vivo, como un susurro eterno en la memoria de su pueblo.