El estigma de las elecciones primarias

Política

Las elecciones primarias en Honduras no solo son un ejercicio democrático, sino también un espejo que refleja las profundas fallas estructurales del sistema político. Entre clientelismo, miedo y desconfianza, miles de ciudadanos enfrentan una dura realidad: votar en primarias significa quedar “fichado” en el censo de un partido, lo que para muchos representa un riesgo más que un derecho.

El problema no es menor. En un país donde el color político puede definir el acceso al empleo, la educación e incluso la estabilidad personal, ejercer el sufragio en un proceso interno se percibe como una sentencia. Votar por un partido distinto al que ostenta el poder puede traducirse en la pérdida de un trabajo o en represalias disfrazadas de burocracia.

Este clientelismo político, que ha infectado las instituciones públicas, es el verdadero obstáculo para una democracia plena. Los partidos han convertido la administración del Estado en un botín de guerra, donde la lealtad partidaria pesa más que la capacidad o el mérito.

Ante este panorama, expertos insisten en la necesidad de una reforma profunda del sistema de Servicio Civil, que garantice el acceso a la carrera pública sin que la militancia sea un requisito tácito.

A pesar del escepticismo, la invitación a los hondureños es clara: salir a votar con conciencia y responsabilidad. La participación masiva sigue siendo la única herramienta efectiva para intentar cambiar el rumbo del país.

Mientras tanto, los actores políticos se enfrentan a un nuevo desafío: la implementación de la biometría, una medida que, aunque no exenta de polémica, podría significar un paso hacia una mayor transparencia electoral.

El estigma de las primarias persiste, pero la pregunta sigue en el aire: ¿será esta la elección que marque el inicio de un cambio real o solo un capítulo más en la historia de un sistema atrapado en sus propias sombras?