Entre celos, cizaña y curules: ¿quién le tiene hambre a Tomás Zambrano?

Opiniones

En la casa azul hay más cuchillos que en una carnicería de barrio. Y el banquete no es de comida… es de poder. ¿El plato principal? Nada más y nada menos que Tomás Zambrano, el cacique del sur, el come curiles, el que —según las bases cachurecas— tiene la mirada puesta en el Congreso Nacional y los méritos para llegar sin pedir permiso.

Pero ¡ay Dios! En política, subir no siempre es sinónimo de escalar… a veces también implica esquivar codazos, zancadillas y un par de traiciones bien servidas al estilo gourmet de los pasillos capitalinos. Y en ese menú, a Zambrano ya le están sirviendo intriga con doble porción de celos.

Porque no es ningún secreto que hay más de uno con la cara de amigo y el cuchillo listo, susurrando al oído de “Papi” que Tomás no es de confiar, que mejor ponga a otro, que aquel tiene más cara de presidenciable. En la tómbola de la envidia suenan nombres que aqui no mencionaremos pero que les gusta el tapado Olanchano y al otro la sopa de caracol “y compañía” porque hay mas, que no han perdido oportunidad para empujar la idea de que el llanero solitario del sur debería dar un paso al costado.

¿Y qué ha hecho Tomás? Nada escandaloso, nada turbio, nada ilegal. Solo trabajar. Solo acompañar. Solo estar. Ah, pero eso parece molestar en un país donde lo normal es robar y lo raro es rendir cuentas. Y entonces vienen los cuchicheos, los rumores, los complots de café con pan de yema.

El que más pierde con este juego de tronos tropical es el mismísimo “Papi”, que podría estar dejando ir a su mejor ficha por prestarle oído a celos disfrazados de estrategia.

Porque si algo hay que reconocerle a Tomás es que no tiene rabo que le pisen, que representa una generación que quiere limpiar el apellido del Partido Nacional y que sabe jugar en el tablero legislativo con más mañas que muchos veteranos.

Pero en política no basta con ser bueno. Hay que ser astuto. Y más que eso, hay que sobrevivir al fuego amigo, que es el que más quema.

Así que, estimado “Papi”, no se equivoque. El nacionalismo quiere a Tomás donde lo ha puesto: al frente, sin escándalos, sin adornos, con carácter. No lo deje caer por culpa de los susurros enfermizos de quienes jamás han sudado por cosas buenas, pero se creen arquitectos del poder.

Porque en este país donde todos quieren el micrófono, lo raro es encontrar a alguien que ya sabe cómo manejar el Congreso… y no necesita gritar para que lo escuchen… ¡Saludos desde Jamolandia!

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