Trujillo, Colón. Hoy, la costa norte de Honduras se lleno de ritmo, tambores y orgullo. Es 12 de abril, y con esta fecha se conmemora el aniversario de la llegada del pueblo garífuna a tierras hondureñas, cuando un grupo de hombres, mujeres y niños afrodescendientes, sobrevivientes del exilio desde la isla de San Vicente, tocó suelo hondureño en 1797.

La llegada de los primeros garífunas se registró en Punta Gorda, en la isla de Roatán, el 12 de abril de 1797, cuando fueron desembarcados por los británicos tras ser expulsados de la isla de San Vicente, en el Caribe.
Eran poco más de 2,000 personas, hombres, mujeres y niños, sobrevivientes de guerras coloniales, exilios y travesías marítimas forzadas. Punta Gorda se convirtió en el primer asentamiento garífuna en territorio hondureño y hoy es considerado el sitio simbólico del nacimiento de la comunidad garífuna en Honduras.
Con el paso de los años, estos grupos se movilizaron hacia el litoral atlántico, fundando comunidades a lo largo de la costa norte. Trujillo, Corozal, Sambo Creek, Triunfo de la Cruz, Iriona y Santa Fe son algunas de las aldeas donde se establecieron y florecieron, manteniendo viva su lengua, su espiritualidad, su música y su cocina tradicional.

Estos territorios, bañados por el Caribe y abrazados por la selva, siguen siendo refugio y trinchera de la identidad garífuna, y son hoy motivo de orgullo nacional.
Ese arribo forzado, bajo condiciones de esclavitud impuestas por la corona británica, marcó el inicio de una nueva página en la historia de Honduras. Pero no fue una historia de sumisión: fue el inicio de una lucha por la dignidad, la identidad y la libertad cultural que el pueblo garífuna ha sostenido con coraje por 227 años.

Las calles de Trujillo, Corozal, Triunfo de la Cruz, Punta Gorda, Iriona y muchas otras comunidades garífunas amanecieron hoy entre banderas blanco, amarillo y negro, olor a machuca, música de punta y ceremonias espirituales, honrando a los ancestros que sembraron cultura donde antes había exilio.
“Hoy no solo celebramos un año más desde que nuestros antepasados tocaron tierra hondureña, también reafirmamos nuestra existencia, nuestra lucha por la tierra, la cultura y el idioma garífuna”, expresó Edelma Suazo, lideresa comunitaria en Triunfo de la Cruz.
Desde La Ceiba, Óscar Aviléz, joven líder y defensor cultural, afirmó: “Ser garífuna es un acto de resistencia diaria. Es hablar nuestro idioma, bailar la punta, defender nuestros territorios y recordar que nuestra historia no empezó como esclavos, sino como un pueblo libre al que quisieron someter”.
La comunidad garífuna no solo está presente en el arte y la música, sino también en la lucha por los derechos humanos, la defensa del territorio y el fortalecimiento de su herencia afroindígena, la cual ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
