Medios bajo ataque: la campaña de desinformación de LIBRE en Olanchito y lo que revela sobre la recta final electoral

Locales

En Olanchito, la tensión política ha alcanzado un punto crítico. A pocos días de las elecciones generales, la dirigencia local del Partido Libertad y Refundación (LIBRE) ha intensificado una ofensiva que, lejos de basarse en propuestas o en debate democrático, ha recurrido a un arma tan vieja como peligrosa: la desinformación. Y esta vez, el blanco no son los candidatos, sino los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos.

En las últimas horas comenzó a circular un supuesto “contrato de publicidad” adjudicado a nombre de el Grupo de Inversiones del Aguán , un documento que —según él representante legal del grupo ha aclarado públicamente— jamás ha existido. Ni firmado, ni tramitado, ni solicitado.

El papel que se difunde es, en términos simples, un montaje.

Pero su circulación revela algo más profundo: un intento desesperado por minar credibilidad en un momento en que el partido LIBRE enfrenta un desgaste visible y una pérdida acelerada de apoyo en Olanchito.

Lejos de hacerse en privado, este ataque se ha difundido de manera coordinada en perfiles partidarios, páginas afines a Libre y grupos locales. El objetivo es claro: crear la percepción de que existe un vínculo irregular entre la municipalidad y los medios, insinuando corrupción donde no la hay.

La maniobra se ha convertido en la estrategia predilecta de sectores que han perdido capacidad de persuadir y han optado por intoxicar el ambiente electoral.

El Comejamo, Radio Mix FM y Radio Full FM ponen a disposición del Tribunal Superior de Cuentas, del Consejo Nacional Anticorrupción, del Ministerio Público o cualquier otro ente fiscalizador toda la contabilidad completa de sus empresas de comunicación.

La apertura total es un gesto que rara vez se ve en el país, y que desmonta de forma automática la narrativa fabricada, de la dirigencia de LIBRE encabezada por sus candidatos locales.

Esa transparencia contrasta con la opacidad de quienes difundieron el documento falso.

La pregunta que queda en el aire es inevitable:
¿si tenían pruebas, por qué recurrir a manipular imágenes? ¿Por qué fabricar documentos? ¿Por qué no acudir directamente a los órganos de control?

La respuesta es tan simple como preocupante: los ataques no buscan justicia, buscan confusión. No buscan informar, buscan erosionar confianza. Y no buscan construir democracia, sino debilitar a quienes denuncian, preguntan o simplemente no comulgan con la línea partidaria.

En Olanchito, esta dinámica no es nueva, pero sí se ha intensificado en proporción directa al desgaste político del partido LIBRE. Cuando las encuestas internas, las bases insatisfechas y la pérdida de terreno territorial se acumulan, surgen los ataques más viscerales. Las campañas sucias no son un síntoma de fuerza, sino de debilidad.

Y aunque estas maniobras buscan sembrar miedo, el resultado ha sido el contrario.

El mensaje que circula desde los medios afectados es firme:
“Aquí seguimos trabajando, de frente y sin miedo. Las mentiras se caen solas. Los nerviosos son otros.”

Lo que ocurre hoy en Olanchito es un recordatorio de un fenómeno más amplio: la democracia no solo se debilita cuando se intimida a candidatos, sino también cuando se busca silenciar, desacreditar o atacar a los medios. Especialmente en comunidades donde la información local es la única barrera contra la manipulación.

Mientras algunos optan por fabricar historias, editar documentos y activar redes de odio, otros eligen abrir sus libros contables a cualquier auditoría. Esa diferencia, más que cualquier discurso político, es la que define quién está actuando con transparencia y quién está luchando por sobrevivir en un ambiente electoral que ya no les es favorable.

En Olanchito, la ciudadanía está observando.
Y como suele ocurrir en democracia, al final será el pueblo —no los montajes, no las campañas sucias, no las cuentas falsas— quien decida quién merece su confianza.