Olanchito — En los gloriosos años 90, cuando la gente escuchaba la radio en AM y la bocina de una paila Toyota 22R podía hacer temblar más que una campaña política, se paseaba por las calles un personaje que no vendía comida, ¡vendía patria envuelta en tortilla! Su nombre: Don Julio García, mejor conocido como “Julio Banana”, el hombre más guapo de Olanchito —según él mismo, y nadie se atrevía a llevarle la contraria.

Entre el ruido de sus bocinas, la cruz colgando sobre su pecho de cursillista orgulloso, y el motor resollando con fe, Julio no anunciaba promesas vacías ni sermones largos… anunciaba lo verdaderamente sagrado: las baleadas con identidad y las burritas con bendición.
“¡Coman mientras haya vida!”, gritaba con voz celestial desde la cabina de su carro azul, como si fuera San Juan Bautista llamando a la conversión, pero con más mantequilla y huevo.
Quien no tuvo el privilegio de cruzarse con él una mañana cualquiera, con hambre en el alma y diez lempiras en la bolsa, se perdió una experiencia mística: una burrita que te devolvía la fe y un refresco que te bajaba los pecados.
Pero Julio no solo fue profeta del sabor… también fue fiel escudero de la Iglesia. Encabezaba cada procesión como si cargara el pan del cielo en la paila, y no era raro verlo estacionarse frente al templo, bocinas apagadas, manos al cielo, y cruz en el pecho.
Hoy, su caricatura lo revive en blanco y negro, pero su recuerdo sigue a todo color: con sabor a frijoles recién fritos, olor a tortilla caliente y la inconfundible alegría de saber que había llegado el hombre más guapo de Olanchito.
Julio García, QDDG, no se fue… solo cambió de ruta celestial. Y quizás ahora mismo, desde alguna nube, esté gritando:
“¡Llego el hombre mas guaponde Olanchito!”